La educación intencional se sitúa dentro de una cultura, pero
a menudo se olvida de este hecho: actúa como si de ella sólo
interesara un saber escogido de entre una idea particular de
cultura (la `alta cultura´) y se tratase de inocularlo en las
mentes de los/as aprendices. Frente a esta concepción, se sitúa
la psicología histórico-cultural inaugurada por Vygotski, realizando
algunas críticas radicales a su individualismo, a su aculturalismo,
a su cognitivismo que no tiene en cuenta lo social y emocional
y a su falta de contextualización, aunque todo ello quizá sean
formas diferentes de expresar la misma idea. Esta psicología
de enfoque sociocultural concibe el desarrollo individual
como una construcción cultural, que se realiza a través de
la socialización con adultos de una determinada cultura mediante
la realización de actividades sociales con `sentido´. Por otro
lado, se invierte la tradicional relación que se suele establecer
entre desarrollo y aprendizaje: Vygotski afirma que el proceso
de desarrollo sigue al de aprendizaje, creando así el área de
desarrollo potencial, con ayuda de la mediación social e instrumental
(Vygotski, 1989, o.1930-34). La psicología histórico-cultural
constituye un sólido referente para la educación que defendemos,
además, por las orientaciones que de su enfoque se derivan: el
papel decisivo que juega la actividad social real y `con sentido´
(Álvarez. y Del Río, 1990a) y la opción por enriquecer el
contexto, frente a la peligrosa tentación de adaptarse a
él en un sentido limitante (Ayuste et al., 1994).
Deberíamos, por tanto, replantearnos las
relaciones entre conocimiento teórico y práctico, así como el
diseño de los contextos de aprendizaje: su vitalidad, su riqueza
para la relación social y para el aprendizaje relevante, su capacidad
de acoger a los modos de aprendizaje no académicos, selectivos
socioculturalmente por definición: una interesante propuesta (aunque
parece faltarle el componente transformador) es la Fiorenzo
Alfieri (1993): el aprendizaje cultural desde el territorio
y la escuela, tal como fue llevado a cabo desde el Ayuntamiento
de Turín en años pasados. Y en una línea complementaria, Francesco
Tonucci (2002) ha impulsado propuestas urbanas que buscan respetar
y enriquecer la vida infantil (en este caso se echa en falta,
no obstante, una visión más relacional entre lo infantil y lo
adulto, más histórico-cultural).