La educación transformadora:
algunas cuestiones
1. Educación y sociedad: reproducción, contradicción y acción social 1
2.
La
lucha contra la desigualdad, el valor de la diversidad 3
a) Desigualdad educativa
y desigualdad socioeconómica 4
b) Género 6
c) La diversidad
personal y los diferentes estilos de aprendizaje 7
3.
Diversas
aportaciones (`no sociocríticas´) a tener en cuenta 8
a) Enfoque cultural 9
b) Sujeto individual,
autonomía y democracia 10
c) Afectividad y
sociabilidad 11
d) Aprendizaje experiencial-reflexivo 12
e) El aprendizaje
integrador y el método de proyectos
14
"Una teoría de la instrucción es una teoría política en el
sentido de que se deriva del consenso que se refiere a la distribución
del poder dentro de la sociedad: a quién se educará y para cumplir
qué roles" (Bruner, 1987, e.o. 1971, p. 112). Si un autor
poco radical como Bruner lo afirma, podemos decir que quienes lo
niegan seguramente tienen algo que ocultar, o bien no han analizado
que lo que dan por supuesto es también ideología, más introyectada
en cuanto menos reflexionada, y producto de intereses reales que
evitan presentarse abiertamente.
Rechazada la visión ingenua de la educación
como algo aislado del conjunto de la sociedad en que se da o como
herramienta que, por sí sola, puede transformarla, también es necesario
distanciarse de las teorías puramente reproduccionistas, según las cuales todo cambio educativo
es irrelevante (por limitarse la educación, o al menos el sistema
educativo en concreto, a reproducir la ideología y la estructura
social existente). A pesar de estar promovidas muchas veces por
corrientes de izquierda, transformadoras en lo político, en su justificado
afán de denuncia de la sociedad capitalista o de los reduccionismos
didactistas, acaban justificando el derrotismo e incluso el cinismo.
Por el contrario, otras corrientes críticas son capaces de ver las
instituciones culturales y educativas como lugares en los que, existiendo
la reproducción, e incluso siendo ésta la tónica general,
también se da la resistencia, el conflicto, la contradicción:
“el discurso de democracia lleva inherente la idea de que
las escuelas son lugares contradictorios: reproducen la sociedad
general pero, al mismo tiempo, contienen espacios capaces de resistir
la lógica dominante de esa misma sociedad” (Giroux, 1990, p. 35).
Las escuelas no lo son todo, pero pueden ser
lugares relevantes y críticos: “profesores y estudiantes
deben educarse para luchar contra las diversas formas de opresión
en el conjunto de la sociedad, representando las escuelas sólo un
lugar importante en el contexto de esa lucha” (Giroux, 1990, pp.
35-36). Una escuela plenamente alternativa y generalizada reclama
un cambio social, no puede darse en un sociedad desigual: “la democratización
de la escuela burguesa es un engaño, pues sólo una sociedad democrática
que rechace el lucro, la explotación y el autoritarismo permitirá
el nacimiento de una escuela popular, en la que todos los niños
puedan desarrollar sus potenciales” (Institut Cooperatif d´Ecole
Moderne, 1980, p. 22). En definitiva, debemos ser conscientes
de los límites estructurales, pero a la vez aprovechar las posibilidades
y superar esos mismos límites mediante la práctica concreta
y la lucha social. Diversos autores han señalado la existencia de
contradicciones además de `reproducciones´ en la educación, además
de mostrar las posibilidades de acción transformadora (Fernández
Enguita, 1985; Apple, 1986, 1987, 1996). Ahora bien, tendríamos
que perseguir acciones transformadoras educativa y socialmente,
no cosméticas ni escolaristas, sino integradas en acciones sociales
(Ibáñez, J.E., 2003) y que contemplen cambios económicos y sociales
necesarios (Recio, 1997). No hay que perder de vista el contexto
completo; Michael W. Apple , quien defiende `reformas no reformistas´
para escapar tanto de la parálisis como de la ingenuidad, dice:
"Todo lo dicho requiere que
situemos todos nuestros esfuerzos para `reformar´ la educación dentro
en el marco de las macro y microrrelaciones de poder dentro de las
escuelas y entre escuelas, así como en el de las relaciones de explotación
y dominación que constituyen el contexto social en el que se desenvuelve
la educación."
(Apple, 1996, p. 139)
En un sentido complementario., si consideramos que la educación
es acción social, y que la acción sociopolítica es educativa si
quiere merecer realmente el nombre de transformadora, los límites
entre acción política y acción educativa, en sus significados más
abiertos, devienen difusos. El componente educativo de los movimientos
sociales críticos y la acción de la educación emancipatoria han
de ser integrados en un único enfoque global. Freire explica su
propuesta de acción-reflexión lo mismo en un contexto educativo
que debe ser a la vez lugar de acción (el círculo de cultura con
adultos) que en un movimiento social que también debe ser educativo;
el papel que corresponde a la educadora o educador en un lugar es
el que corresponde a la persona que actúa como “líder” social en
el otro (y en los dos casos ha de superarse la dicotomía educador-educandos
mediante el encuentro dialógico).
Las perspectivas que se presentan como críticas
pero que no tienen en cuenta la desigualdad social y educativa no
merecen tal nombre, pues reducen su criticismo a un ejercicio retórico
y su deseo de cambio social a un idealismo contraproducente, en
tanto en cuanto reproducirá la desigualdad aunque no se lo proponga.
Por otro lado, aquellos discursos que hablan de igualdad y de atención
a la diversidad, sin cuestionar el modelo excluyente, están condenados
a aceptar la realidad global de la exclusión educativa, a pesar
de alguna mejora parcial (cuando no son meros ejercicios de hipocresía
social y política). En otros lugares hemos tratado más ampliamente
este tema, desde el punto de vista de los Movimientos de Renovación
Pedagógica (Ibáñez, J.E., 2001a, 2001b). Allí exponemos la necesidad
de rechazar las habituales vías de homogeneización/uniformización,
segregación, adaptación empobrecedora, individualización, etc. o
los peligros de la legitimación de la desigualdad bajo el discurso
de la diversidad. Por el contrario, se defiende de tomar como referente
la diversidad igualitaria, enriquecer los procesos educativos
y, especialmente, la participación comunitaria y la transformación
de los contextos educativos y sociales, junto a medidas alternativas
de política socioeconómica, cultural y educativa. De uno estos artículos
entresacamos la clarificación que consideramos necesaria en torno
a los conceptos de igualdad y diversidad:
"Creemos que no es casual el
que se hable menos del concepto de igualdad, o, en otros casos,
se utilice como contrapuesto al de diversidad. Hay que dejar claro
que los dos términos tienen valores positivos si hablamos de diversidad
personal y cultural y de igualdad social, política y económica.
La diversidad hace referencia a las diferentes formas de sentir,
pensar, vivir y convivir. La igualdad ha de entenderse como el
disfrute de iguales derechos y posibilidades (legales y reales)
que permiten la libertad práctica de optar y de decidir. De ésta
manera, no sólo son conceptos contrapuestos, sino se complementan
el uno al otro: así, queda claro que no defendemos la uniformización
(como podría malentederse si hablamos sólo de igualdad) ni la diferencia
discriminadora (caso de no matizar lo que entendemos por diversidad)."
(Ibáñez, J.E., 2001a, p. 37)
Añadiremos algunas notas respecto a algunos factores específicos
de desigualdad (o de diversidad que puede convertirse en desigualdad).
Diversos/as autores/as se han ocupado de la
desigualdad educativa en relación con la desigualdad socioeconómica
en las sociedades capitalistas, con especial atención a lo que
atañe a la inserción y resultado escolar del alumnado proviniente
de clase trabajadora, así como de la relación que las familias establecen
con la escuela (en algunos casos): Bowles y Gintis (1985
–editado originalmente en 1976-), Bernstein (1985, 1990, 1997),
Willis (1988, e.o. 1977), Lurçat (1979), Feito (1990), Recio
(1997), Rambla (1998), Connell (1997), etc. En general, y
en el momento actual, puede decirse que al orientarse el sistema
económico hacia la exigencia de mano de obra `flexible´ y el sistema
social hacia la diferenciación (con exclusión de una parte de la
población incluida), "no resulta contradictorio que el producto del proceso
educativo lo constituyan una masa estratificada en la que coexistan
individuos ambiciosos y convencidos de sus méritos intelectuales
por un lado, y derrotados prematuros por otra." (Recio, 1997, p. 47).
Dando por supuesto que ya es conocida la desigual representación
de las diferentes clases sociales en los estudios superiores y la
mayor tasa de fracaso de las clases populares en la educación obligatoria
(achacable al sistema social y educativo, no a sus propias capacidades),
y dando por supuesto también que la generalización es siempre peligrosa
y simplificadora, entresacamos algunas ideas que nos parecen especialmente
sugerentes y no tan conocidas como se debiera.
No puede olvidarse la relación que el sistema educativo mantiene
respecto a la estructura social (aunque no debamos caer nunca en
el estructuralismo que niega la posibilidad de cambio o que no deja
margen para la acción transformadora):
"el proceso de selección [educativa]
tiene otro efecto social importante: desclasa a las personas de
origen social modesto que logran superar los diferentes filtros
del proceso educativo, al reforzar la percepción de que su éxito
se debe básicamente a su exclusivo mérito personal. Creo que resulta
claro que la expansión del sistema educativo lejos de reforzar a
las clases trabajadores y grupos subalternos con la formación de
una «intelligensia» propia, ha tendido a minar la solidaridad de
clase al favorecer el ascenso social de algunos individuos del grupo
y al legitimarlo [sic] como resultado del éxito personal"
(Recio, 1997, p. 39)
"para
una gran parte de la población la educación está ligada al empleo
(...) [y esto] se traduce en el `descuelgue´ bastante temprano de
aquellos niños y niñas que pronto descubren que los empleos que
requieren muchos años de estudio no están a su alcance."
(Recio, 1997, p. 46)
"Hemos tropezado fundamentalmente
con el problema de la motivación para aprender, directamente ligado
con el estatus social. Los niños considerados en desventaja socio-cultural
han rechazado el juego de la competencia escolar, calcado para ellos
a partir de la competencia social de la que ya eran víctimas sus
padres"
(Lurçat, 1979, p. 50)
Además de la desigualdad económica en sí, que afecta a la cantidad
de recursos que pueden dedicarse a la educación de una persona hasta
que se incorpora al mundo laboral (y aún después), existe una `choque´
entre la `cultura escolar´ y la `cultura de la clase trabajadora´
(y, en general, con las culturas populares):
"la cultura contraescolar tiene
muchas similitudes profundas con la cultura a la que sus miembros
están destinados –la cultura de fábrica."
(Willis, 1988, e.o. 1977, p. )
"El rechazo del trabajo de la
escuela por parte de «los colegas» [adolescentes varones que rechazan
la escuela] y el sentimiento omnipresente de que tienen conocimientos
más adecuados es paralelo al contundente sentimiento en la fábrica,
y en la generalidad de la clase obrera, de que la práctica es más
importante que la teoría. (...) La habilidad práctica aparece siempre
en primer lugar y es la condición previa de todos los demás
conocimientos."
(Willis, 1988, e.o. 1977, p. )
Para que la educación no inferiorice a las clases populares bajo
la apariencia de la `igualdad de oportunidades´, los cambios han
de ser educativos y sociales:
[Madres de alumnado de clase trabajadora
se preocupan más por enseñar `lo concreto´, pero en grupo también
valoran la autonomía, participación...; ahora bien] "¿cómo
se forma a individuos autónomos cuando la posición socioeconómica
estrecha implacablemente los márgenes de autonomía?"
(Rambla, 1998 p. 88)
"En gran medida las insuficiencias
culturales que se encuentran en grandes sectores de la clase obrera
son el resultado de su propia experiencia vital, del
ejercicio de actividades laborales agotadoras
y con poco contenido (...) de la inexistencia de procesos de participación
real, tanto en la esfera productiva como en la política, que demande
de las personas tomas de posición
que fuercen la reflexión (...). Unas limitaciones que sólo pueden
superarse si junto a la acción de la escuela se ponen en marcha
demandas sociales en otros campos, especialmente el de la democratización
social y el cambio en la organización del trabajo en un sentido,
este sí, cualificante."
(Recio, 1997, pp. 45-46)
Aunque anteriormente
el sexismo educativo se ha ignorado en general, en los últimos años
se han realizado muchos estudios y reflexiones sobre lo relacionado
con el género en el sistema educativo, mostrando cómo éste no es
ajeno a la reproducción de una desigualdad que perjudica a las mujeres,
a pesar de la incorporación de la mujer a los estudios superiores
y de los mejores resultados escolares generales que obtiene el sexo
femenino. Planteamos como hipótesis que el espacio escolar puede
que sea más igualitario que la generalidad de los espacios sociales
y culturales exteriores, pero que la desigualdad global acaba
manifestándose en la educación bajo la forma de currículo oculto
o en los aspectos menos académicos: esto explicaría que, a pesar
de las mejores notas académicas medias de las chicas y su mayor
capacidad de lenguaje y sociabilidad personal (en general), sean
los chicos los que más frecuentemente asumen los roles públicos
y los que se esfuerzan en destacar. Y ello no significa que el modelo
sexista sea sólo positivo para los chicos, en principio los más
favorecidos (aunque también los que tienen un mayor nivel de problemas
propiamente académicos y de comportamiento).
Entre los diferentes estudios realizados, podemos
señalar: González y Lomas, coords.,
(2002); Alario y García Colmenares, coords., (1997); Subirats (1997),
García Colmenares (2000); Sacristán (1993). Recogemos a continuación
algunos textos significativos.
"se constata que, a pesar de
las críticas anteriores, aparentemente las niñas no fracasan
en la escuela, sobre todo en primaria y secundaria, aunque el éxito
no logra romper el techo de cristal ya que no se corresponde
con el éxito profesional futuro (Kimball) (...)
Así, pues, la reflexión que se impone no es tanto plantear las supuestas
deficiencias de las niñas, como el modelo de persona que
se desprende de la actual escuela mixta, para ir creando las estrategias
más adecuadas que nos encaminen hacia el modelo de escuela comprensiva,
donde la autentica coeducación sea una de sus señas de identidad"
(García Colmenares, 2000, pp. 46-47)
"Lo que me interesa resaltar
es que las niñas crecen aprendiendo a reconocer y aceptar la
importancia de lo masculino, a otorgar legitimidad a `la norma
del padre´"
(Sacristán, 1993, p. 298)
[Critica a Willis, quien utiliza
el término kids y luego sólo estudia a los varones, así como
que] "considere tangencial lo que es significativo desde una
mirada femenina, y el hecho de que no analice cómo la cultura de
los jóvenes de clase obrera está cimentada sobre la idea de dominación
de las mujeres, con las nefastas consecuencias que esto acarrea
para ellas"
(Sacristán, 1993, p. 304-305)
La diversidad personal puede olvidarse en la
educación pero no ponerse en duda. Ahora bien, cuando se aborda
suele hacerse con una concepción individualista de la diversidad.
En cambio, debería tenerse en cuenta que ni siquiera las diferencias
más individuales se dan en el vacío social, se modulan también en
el contexto social y cultural de cada cual. En todo caso, y al margen
de cuál sea su origen y cómo se transforman, las diferencias
personales y los diversos estilos de aprendizaje no son tratados
por igual en el sistema escolar: unos encajan bien, otros regular
y otros son contundentemente excluidos en la educación dominante.
Y resulta que las diferencias personales sancionadas caen con más
facilidad del lado de los sectores populares que de otros. Pongamos
el ejemplo de cómo dos modalidades de pensamiento que no son desiguales
en principio, como el argumentativo y el narrativo (tal como los
describe Bruner, 1988), al ser tomado el primero como el casi exclusivo
de los modos escolares, sanciona negativamente a quienes funcionan
más con el segundo (todas las personas usan los dos, pero no en
la misma proporción o con la misma profundidad). ¿Será casualidad
que el narrativo es más propio de las culturas populares?.
Una buena síntesis de estos aspectos puede verse
en un trabajo de Concejo Educativo significativamente titulado Intervernir
en igualdad. Orientaciones para el trabajo con población diversa,
del cual entresacamos los siguientes párrafos:
"La preferencia por una o unas
determinadas `formas de aprender´ está íntimamente relacionada con
el bagaje psicológico y socio-cultural de cada estudiante. Cuando un alumno y alumna entra en el contexto reglado de la escuela
y del aula lo hace con su historia personal y trata de transferir
sus conocimientos previos, sus mecanismos y estrategias de actuación
utilizadas en sus ámbitos de vida cotidianos al contexto escolar.
Sin embargo, estos conocimientos y estrategias no siempre le resultan
útiles y apropiadas para desenvolverse fácilmente y con éxito en
determinadas situaciones de aprendizaje."
(Concejo Educativo..., 1998, p. 14).
"El tipo de actividades que
proponemos, la forma de estructurar los contenidos, las realidades
a las que hacemos referencia para dar coherencia a nuestro discurso,
los materiales que utilizamos, el tipo de discurso empleado, los
formatos y las dinámicas que potenciamos, a menudo favorece unos
determinados estilos de aprendizaje y de formas de actuar frente
a otros."
(Concejo Educativo..., 1998, p. 14).
"La
existencia de un único discurso para representar y comunicar, para
relacionarse con las demás personas, para actuar y elaborar tareas
colectivamente, así como los esquemas de actuación fijados, resta
capacidad de participación a aquellas personas que tienen formas
diferentes de expresar y de resolver."
(Concejo Educativo..., 1998, p. 15)
De las conocidas propuestas de la Comisión
Internacional sobre la educación para el siglo XXI (1996), La
educación encierra un tesoro, hay que celebrar su crítica de
la enseñanza transmisiva y reduccionista, pero su ambivalencia social
y económica, así como su idealismo humanista, le sitúan en una órbita
diferente a la nuestra. Algo similar podríamos decir de Morin y
otros (Morin, 1994; Morin, Roger y Domingo, 2002). Interesantes
son también algunas visiones de la `ecopedagogía´ (Gutiérrez y Prado,
1997), pero parece que tienden a perderse en un biologicismo y personalismo
que disuelven lo social-crítico, que olvidan o dejan en segundo
plano la radical desigualdad e injusticia de la vida humana actual.
Hugo Assmann, por su parte, también a partir de los nuevas orientaciones
de las ciencias físicas, biológicas y matemáticas y dentro de una
filosofía más o menos postmoderna, propone un tipo de aprendizaje
más vital y complejo, indudablemente más rico que el habitual. Pero llega a olvidar, desde nuestro
punto de vista, la propia realidad social, y a cuestionar la propia
noción de sujeto transformador crítico.
Nadie puede pretender trazar un límite entre
la educación emancipatoria y la que no lo es. Por un lado, existen
múltiples interpretaciones, matices y realizaciones posibles de
cada propuesta. Por otro, la propia concepción dialógica implica
un espacio abierto siempre a la discusión de los fines y métodos
críticos. Sin embargo, y aún conscientes de estas salvedades, podemos
diferenciar entre enfoques que nos parecen que mantienen una orientación
social crítica, dialógica y transformadora y los que no lo hacen,
o lo hacen de una forma secundaria o ambivalente. En este segundo
caso, sin embargo, en muchas ocasiones resulta necesario recuperar
parte de sus aportaciones e integrarlas en un enfoque socio-crítico.
Han de extraerse todas las consecuencias
de que el ser humano es un ser cultural además de biológico.
La característica definitoria de la persona humana es su plasticidad,
su indisociabilidad del concepto de cultura. Esta capacidad de
aprendizaje, de culturización, permite la superación de la dependencia
mecánica de las condiciones naturales (los genes, el medio físico),
es decir, la persona en sociedad trasciende lo dado, crea, se libera.
Además, el ser humano, individual y colectivamente, es autoconsciente,
por lo que sus posibilidades de acción se multiplican. De la plasticidad,
del no acabamiento biológico del ser humano, debe concluirse una
profunda confianza en la educación (en su sentido más amplio).
Es decir: a) el pensamiento abstracto y el lenguaje son herramientas
intelectuales adquiridas culturalmente que multiplican las posibilidades
humanas (trascender lo concreto, imaginar alternativas, posibilitar
el aprendizaje indirecto y la comunicación, otorgar significados
a los hechos, anticipar...); b) la
plasticidad del cerebro y la conducta humanas establece un campo
infinito de posibilidades educativas; no hay dato científico referido
a la conducta humana que no sea modificable y no hay capacidad
que no sea perfectible; c) cada individuo es un ser pedagógicamente
abierto, está constituido por su presente más sus posibilidades
futuras (siempre puede hacer más de lo mostrado).
Si consideramos la cultura como todos aquellos aspectos de origen
no genético compartidos por un grupo humano que se `transmiten´
de una generación a otra, la relación con el aprendizaje
es evidente: todo lo cultural es aprendido. ¿Podemos decir
que es la educación la responsable de este aprendizaje?
Sí, si adoptamos un concepto amplio de educación,
pues si lo restringimos a educación intencional (y aún
más si la reducimos sólo a la escolar), nos encontraremos
con la evidencia de que lo más profundamente cultural es
aquello que no se enseña intencionalmente, y a veces de
lo que ni siquiera se es muy consciente (alguien dijo que lo último
que descubriría un pez es el agua en el que vive). Sin embargo,
hemos entrecomillado el hecho de que la cultura se `transmite´
de una generación a otra: evidentemente hay un gran componente
transmisivo en la cultura, y gracias a él cada individuo
recibe herramientas que su grupo humano tardó generaciones
en crear (por ejemplo, el lenguaje); pero también es verdad
que esa transmisión no es mecánica ni simple, y que
la cultura puede re-crearse y transformarse (y este aspecto debe
ser potenciado desde un punto de vista crítico y solidario).
Desde el punto de vista de la
sociología, Pierre Bourdieu afirma:
"La cultura no es solamente
un código ni un repertorio común de respuestas a problemas recurrentes;
es un conjunto compartido de esquemas fundamentales, previamente
asimilados, a partir de los cuales se articula, según un `arte de
creación´ análogo al de la escritura musical, una infinitud de esquemas
particulares, directamente aplicados a situaciones también particulares.
Los tópicos no son solamente lugares comunes, sino esquemas de invención
y soportes de improvisación..."
(Bourdieu, 1985, p. 24)
Numerosos enfoques que tienen en común la perspectiva cultural
de la educación deben tenerse en cuenta. Quizá el principal de ellos
sea el de la psicología histórico-cultural, ya tratada en
otro apartado. Desde un punto de vista que se ha ido acercando a
este enfoque, Bruner (1988, 1997), habla de la "creación conjunta
de la cultura como objeto de la enseñanza y como paso adecuado para
llegar a ser un miembro de la sociedad adulta en la cual pasamos
nuestra vida" (Bruner, 1988, p. 132). Y lanza un verdadero
reto a la educación:
"El hecho de que aprendamos
la cultura tan rápida y eficazmente como lo hacemos, debe hacernos
pensar si consideramos los pobres resultados cuando se trata de
determinados temas artificiales prefabricados que enseñamos en las
escuelas y cuyo uso no está inserto en ninguna práctica cultural
establecida."
(Bruner, citado en Saldívar, 2001, p. 26)
En cuanto al análisis cultural de la educación y a las propuestas
educativo-culturales, podemos destacar los escritos de Stenhouse
(1997, e.o. 1967) o de Gimeno Sacristán, quien diferencia entre
las implicaciones educativas que tiene el centrarse en la cultura
culta como legado de la memoria histórica, en la cultura como formas
de vida y expresión (incluyendo el sentido étnico de la cultura
y los procesos de globalización) o en la cultura de masas (Gimeno
Sacristán, 2001b, p. 141). Pérez Gómez (1992, 2000), por su parte,
propone una escuela como espacio ecológico de cruce de culturas:
"Por el contrario, la finalidad
educativa de la escuela que se propone provocar el aprendizaje
relevante y la reconstrucción de la cultura experiencial de cada
estudiante, sí requiere la integración y comunicación fluida de
los contextos de producción, utilización y reproducción del conocimiento,
creando un nuevo espacio ecológico no de aprendizaje artificial
sino de vivencia y creación cultural."
(Pérez Gómez, 2000, p. 266)
Otra fuente de reflexiones proviene de la comparación entre las
formas de conocimiento y aprendizajes propias de los contextos escolares
y de los sociales (prácticos). Charles Posner (Posner, 1993) compara
las características de la `pedagogía oficial´ y de la `local o conocimiento
operativo´: son diferentes las relaciones entre áreas de conocimiento
(aislamiento / integración); la afirmación del conocimiento (especialización
/ generalización); el lugar (aula donde se `aprende´/ lugar donde
se `hace´); la aplicación (práctica posterior / práctica como fundamento
del aprendizaje); los conocimientos privado y público (individual
/ grupo); etc. ¿No deberíamos acercar, aunque no hacer equivalentes,
estos dos contextos de aprendizaje, enriqueciéndose mutuamente?
Como realizaciones educativas concretas, reseñaremos las excelente
propuesta de aprendizaje cultural desde el territorio y la escuela
(aunque le faltaría el componente más transformador), de Fiorenzo
Alfieri (Alfieri, 1993). Francesco Tonucci (2002), por su parte,
es uno de los autores que ha impulsado propuestas urbanas que respeten
a la infancia y que la ayuden a ser protagonista de su desarrollo,
aunque se echa de menos, no obstante, una visión más sociocultural
de la vida infantil.
Frente a la concepción individualista de la
educación, y también frente al sometimiento del sujeto a la imposición
colectiva, se han alzado propuestas que conjugan el desarrollo y
autonomía personal con la convivencia social comunitaria y la participación
democrática. John Dewey, un clásico en este aspecto, propone que
en la educación que tiene la cultura como fin desaparece la aparente
contradicción entre el desarrollo dirigido hacia el invidudo o hacia
la sociedad (Dewey, 2001, e.o. 1916). Ángel I. Pérez Gómez
defiende como finalidad educativa la emergencia del sujeto, lo cual
necesita estructuras democráticas, por lo que se integra tanto la
autonomía personal como el desarrollo colectivo:
"la finalidad prioritaria de
la escuela debe ser fomentar y cuidar la emergencia del sujeto.
Si ya no cabe esperar certezas absolutas (...); si las certezas
situacionales deben surgir de la búsqueda compartida, de argumentos
apoyados en la reflexión personal, en el contraste de pareceres
y en la experimentación y evaluación de proyectos democráticamente
estimulados y controlados; si la gestión de la vida pública de
modo que ampare la libertad individual, garantice la igualdad de
oportunidades y proteja las manifestaciones diferenciales y las
propuestas minoritarias, ha de ser el resultado del consenso, de
la participación democrática, informada y reflexiva de los componentes
de la comunidad social; la emergencia y fortalecimiento del sujeto
se sitúa como el objetivo prioritario de la práctica
educativa. (...). Toda vez que
tal enriquecimiento del sujeto requiere estructuras democráticas
que favorezcan y estimulen los intercambios culturales mas diversificados,
la reivindicación del sujeto supone a la vez la defensa de la libertad
personal y el desarrollo de la comunidad."
(Pérez Gómez, 2000, pp. 77-78)
Como en otras ocasiones, podemos comentar que tales orientaciones,
si bien contribuyen a abrir el debate educativo y favorecer propuestas
más ricas y democráticas que las dominantes, pecan, como resultado
de su orientación liberal-comunitarista, de una falta de anclaje
en las condiciones de una sociedad conflictiva y desigual, dentro
de la cual la educación es un campo más de conflicto de intereses,
así como de la ausencia de una perspectiva crítico-transformadora
de las condiciones sociovitales y estructurales en las que educadores
y educandos se encuentran.
No sólo lo afectivo es trascendental por sí mismo, sino que en
cualquier aprendizaje relevante, lo afectivo y lo intelectual se
imbrican entre sí. Esta constatación, que intuitivamente todo el
mundo comparte, suele olvidarse casi siempre cuando se trata de
tenerla en cuenta en la práctica, especialmente si el aprendizaje
que se pretende se sitúa en contextos académicos. Son numerosas
las aportaciones que podríamos reseñar desde un enfoque afectivo-relacional
de la psicología y la educación, aunque habría que criticar su frecuente
enfoque personalista (sin sociedad, sin estructura). En todo caso,
quizá basten aquí las palabras de Simone Weil: “La inteligencia
no puede ser movida más que por el deseo. Para que haya deseo, es
preciso que haya placer y alegría”. Y ese deseo, podemos añadir,
surge en un contexto de relaciones humanas (lo contrario, si existe,
es la excepción). Es más, según algunas visiones, el mismo conocimiento
intelectual está asociado a la experiencia afectiva, más que a la
relación con los objetos o a las acciones no relacionales: Katia
Ricci y Luisa Muraro afirman que el bebé no presta primero atención
a los objetos, sino a la madre y luego a los objetos que ella nombra:
"en la base del conocimiento
no está una exigencia de adaptación al ambiente, sino un esquema
de relación-amor que puede llegar a ser, si tomamos conciencia,
paradigma del conocimiento, de la orientación personal, del modo
de estar en el mundo."
(Ricci y Muraro, citadas en Cosentino, 2000, p.
16).
El neurocientífico Humberto Maturana, por su parte, sostiene que
“mirando hacia los orígenes de la vida y al funcionamiento de los
sistemas vivos podría demostrarse científicamente que el amor es
el mejor alimento para la inteligencia” (citado en Cosentino, 2000,
p. 16).
"Toda la educación auténtica ocurre a través
de la experiencia, pero eso no significa que todas las experiencias
sean auténticas o igual de educativas" (Dewey, citado en Criticos,
1993, p. 84), decía John Dewey, quien llegó a construir toda una
filosofía y una propuesta pedagógica con la experiencia como base,
de tal manera que llega a definir la educación como aquella "reconstrucción
o reorganización de la experiencia que da sentido a la experiencia
y que aumenta la capacidad para dirigir el curso de la experiencia
subsiguiente" (Dewey, 2001, e.o. 1916, p. 74). La experiencia
que provoca aprendizaje no es así la mera actividad:
"`Aprender por la experiencia´
es establecer una conexión hacia atrás y hacia adelante entre lo
que nosotros hacemos a las cosas y lo que gozamos o sufrimos de
las cosas, como consecuencia. En tales condiciones, el hacer se
convierte en un ensayar, un experimento con el mundo para averiguar
cómo es; y el sufrir se convierte en instrucción, en el descubrimiento
de la conexión de las cosas.
(Dewey, 2001, e.o. 1916, p. 125)
Para José Gimeno Sacristán, la experiencia personal constituye
el punto del partida para el aprendizaje, pero aprovecha el enriquecimiento
que le aportan otras vías, como las relaciones personales, la lectura
o las tecnologías de la comunicación, con la escuela como vector.
Ahora bien, esto supone un crecimiento en amplitud y en complejidad
de la propia experiencia, pero también se transforma en el proceso
la propia subjetividad (Gimeno Sacristán, 2001a, pp. 42-43).
Peter Woods, desde un punto de vista etnográfico, ha analizado
lo que él llama `experiencias críticas´ en la enseñanza y el aprendizaje
(Woods, 1997): aquellas que señalan un antes y un después para profesorado
y alumnado participante (en sentido positivo), porque, entre otras
cosas, "promueven la educación y el desarrollo del niño por
caminos inusualmente acelerados". (Woods, 1997, p. 18). Dos
son las características comunes que le parecen a Woods más importantes:
el `aprendizaje real´ ("hay un fuerte énfasis en la realidad,
en un problema real o en un asunto de importancia o valor"
-Woods, 1997, pp. 20-21-) y establecimiento de la `communitas´ (se
trata de un esfuerzo grupal especial, "cuya característica
esencial, de acuerdo con Musgrove, es `una relación entre individuos
concretos, idiosincráticos, despojados tanto de estatus como de
rol´" - Woods, 1997, p. 25-). Aunque se trate de experiencias
que, por definición, ocurren excepcionalmente, algo debemos aprender
de ellas: ¿favorece el funcionamiento escolar el surgimiento de
tales experiencias?.
En ayuda de una concepción más experiencial del conocimiento han
venido también ciertos enfoques en la biología que remarcan el aspecto
activo y vital del conocimiento. Es el caso de Humberto Maturana
y Francisco Varela, para quienes “Todo hacer es conocer y todo conocer
es hacer” y “Todo lo dicho es dicho por alguien” (Maturana y Varela,
1990). También afirman:
"toda experiencia cognoscitiva
involucra al que conoce de una manera personal, enraizada en su
estructura biológica, donde toda experiencia de certidumbre es un
fenómeno individual ciego al acto de cognoscitivo del otro, en una
soledad que sólo se trasciende en el mundo que se crea con él."
(Maturana y Varela, 1990, p. 12)
Francisco Varela extrae conclusiones muy amplias
y sugerentes de este hecho, de tal manera que quienes defienden
un punto de vista mecanicista y parcelado del conocimiento no pueden
apoyarse ya en el paradigma científico-natural:
"Se puede decir, de modo esquemático,
que el conocimiento de las cosas no preexiste al hecho de conocer
sino que es fruto de la actividad, en el tiempo, de un sistema cognitivo.
(...) El conocimiento surge de la historia de la acción humana,
de las prácticas humanas recurrentes. La historia de las prácticas
humanas es lo que da sentido al mundo.
En este punto se sitúa la conexión con la gestión de los conocimientos.
(...) El conocimiento no es, en modo alguno, una cosa que se pueda
tratar como una provisión simbólica susceptible de ser transmitida.
No se pueden pasar los conocimientos de un lado a otro. El conocimiento
se construye siempre sobre la base de un ovillo de acciones, y
sobre la lógica de ese entramado de acciones es preciso actuar para
poder abrirlo a la flexibilidad y a la transformación."
(Varela, citado en Assmann, 2002, p. 42)
Neil Postman y Charles Weingartner se basaron en estudios sobre
la visión y la percepción realizadas décadas antes por un desconocido
Adelbert James Jr., para afirmar:
"El primer hecho, y también
el más importante, descubierto por sus estudios sobre la percepción,
es que nuestras percepciones no provienen de las `cosas´ que
nos rodean. Nuestras percepciones vienen de nuestro propio interior.
Con esto no se niega la existencia de cosas exteriores a nosotros.
Sí se afirma, en cambio, que lo que hay `ahí fuera´ no puede ser
conocido, excepto a través del filtro de nuestro propio sistema
nervioso. No podemos salirnos de nuestra propia piel. La `realidad´
es una percepción localizada en alguna parte detrás de nuestros
ojos."
(Postman y Weingartner, 1981, e.o. 1969, p. 109)
Seguramente el mismo concepto de contenidos, como afirma Juan Bautista
Martínez Rodríguez, se nos queda muy corto, pues supone "la descontextualización definitiva de los referentes prácticos
concretos, experienciales, vivencias acumuladas, creencias mantenidas
y valores practicados" (Martínez Rodríguez, 1999, p. 162).
Son muchas las ocasiones en que se ha propuesto
la integración curricular de diferentes áreas de aprendizaje en
torno a una eje o actividad común (Torres, 1994; Zabala, 1999).
Pero seguramente la propuesta de mayor interés es el denominado
`método de proyectos´ (secuencia de aprendizaje colectivo con un
producto final como resultado del proceso), iniciado por W.H. Kilpatrick
y fundamentado, entre otros, por John Dewey, quien critica
el desdén habitual por "la
provisión de proyectos que estimulen la inventiva y el ingenio de los alumnos en lo que se refiere
a la propuesta de los fines que
se deben realizar o en el hallazgo de medios para llegar a consecuencias
previamente pensadas" (Dewey, 1989, e.o. 1933, p. 132).
El mismo autor nos habla de qué condiciones tiene que cumplir un
proyecto para sea verdaramente educativo: interés, que la actividad
tenga algún valor intrínseco, (no trivial, que se agota en el placer
de la realización), que presente problemas que abran nuevos campos,
y contar con un margen de tiempo considerable. (Dewey,
1989, e.o. 1933, pp. 184-185).
En España, Fernando Hernández ha realizado
numerosas reflexiones sobre los proyectos de trabajo y las condiciones
para su relevancia educativa. Recogemos dos de ellas:
"En nuestra concepción, aprender
está relacionado con la elaboración de una conversación cultural.
(...) Dicha conversación sirve de puente entre las identidades
de los aprendices, el entorno de aprendizaje y la conexión que se
establece con lo que se aprende. Por eso, aprender es también
una práctica emocional, no sólo una cuestión cognitiva y comportamental.
El aprendizaje se realiza de manera situada.
Lo que quiere decir que la situación en la que una persona aprende
tiene un papel fundamental en aquello que se aprende (Cobb y Bowers,
1999). (...). La perspectiva situada de la cognición sugiere la
importancia de plantear "actividades auténticas" en el
aula. (...) Las actividades auténticas favorecen el tipo de habilidades
de pensamiento y de resolución de problemas que son importantes
en los escenarios fuera de la escuela"
(Hernández, 2002, pp. 79-80)
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