1. Introducción 1
a) El concepto de educación crítico-transformadora 1
b) Educación dominante, pedagogías humanistas y educación transformadora 2
c) Referentes principales 6
d) Pedagogía crítica, postmodernismo y perspectiva dialógica 9
2. Los fines y los métodos
11
a) El fundamento moral y político 12
b) La praxis: acción consciente, reflexión transformadora 13
c) El diálogo como encuentro pedagógico
14
d) Participación, democracia radical y `empoderamiento´
e) El contexto educativo y el contexto social como lugar de intervención 20
f) La experiencia vital y el deseo 22
No estamos hablando de un método educativo concreto, sino de
una filosofía pedagógica que, eso sí, requiere una implementación
coherente, o bien, si empezamos por el otro lado, de una práctica
que tiene que ver con referentes emancipadores. Se trata,
por tanto, de un enfoque que admite la pluralidad dentro de sí,
incluso en los nombres: hay quien habla de “educación crítica”,
“educación transformadora”, “educación liberadora”, “educación
popular”, “educación emancipatoria”... Intentaremos reseñar lo
que nos parece que son los fundamentos más valiosos y con los
que más nos identificamos de entre las diferentes formas de entender
la educación crítico-transformadora.
“Creemos en una escuela que despierte los sueños de nuestra
juventud, que cultive la solidaridad, la esperanza y el deseo
de aprender, enseñar y transformar el mundo”. Estas palabras
suelen figurar colgadas de la pared o de un árbol en las escuelas
creadas en las fincas agrarias ocupadas por el Movimiento de los
Trabajadores sin Tierra de Brasil. Quizá no haya forma más sencilla
y contundente de expresar los objetivos de una educación emancipatoria,
con el valor añadido que le da el contexto en el que operan. Según
expresa Mary E. Boyce, tres son los principios organizadores en
la pedagogía crítica: a) la educación no es neutral; b) la sociedad
puede ser transformada mediante el compromiso de personas conscientes
y críticas; y c) la praxis conecta la educación liberadora con
la transformación social (Boyce, 1996).
La educación crítica parte de la profunda insatisfacción
que genera una sociedad injusta y de la voluntad de transformarla.
No hay educación liberadora si no pensamos que hay algo de lo
que liberarse, no hay educación transformadora si no se siente
un deseo y una posibilidad de cambio social. No es necesario estar
de acuerdo en un mismo modelo ideal, ni siquiera tener una alternativa
global ya diseñada, sino compartir una orientación utópica para
superar las limitaciones del presente, y creer que la educación
no puede ni debe rehuir sus responsabilidades.
Según Peter McLaren, la pedagogía crítica invita a analizar la
relación entre experiencia, conocimiento y orden social, con una
perspectiva transformadora:
"Todo el proyecto de la pedagogía
critica está dirigido a invitar a los estudiantes y a los profesores
a analizar la relación entre sus propias experiencias cotidianas,
sus prácticas pedagógicas de aula, los conocimientos que producen,
y las disposiciones sociales, culturales y económicas del orden
social en general (...). La pedagogía crítica se ocupa de ayudar
a los estudiantes a cuestionar la formación de sus subjetividades
en el contexto de las avanzadas formaciones capitalistas con
la intención de generar prácticas pedagógicas que sean no racistas,
no sexistas, no homofóbicas y que estén dirigidas hacia la transformación
del orden social general en interés de una mayor justicia racial,
de género y económica."
(McLaren, 1997, p. 270)
El desacuerdo con la educación dominante ha de contemplarse
como una parte del desacuerdo con la sociedad en la que se da,
y no como una insatisfacción puramente pedagógica y mucho menos
académica. No desarrollaremos aquí las múltiples facetas de la
crítica a la educación que Freire llamó “bancaria”, o que Freinet
denominó "escolástica", por ser transmisiva, por ser autoritaria,
por considerar inertes a las personas y a las ideas, por ser conservadora
en el más profundo sentido de la palabra al considerar la realidad
como algo dado...
Podríamos hablar, concretando en la institución escolar, de la
desigualdad real, en perjuicio de los sectores populares, que
se esconde bajo la aparente igualdad de oportunidades, del aburrimiento
que sufre la gran mayoría del alumnado, de los aprendizajes tan
superficiales y escasos que obtienen incluso quienes superan los
controles, de la desconexión con el mundo vital, de la ausencia
de compromiso social a pesar de que se “estudie” a Marx o el hambre
en el mundo... Vamos a conformarnos con plantear algunas cuestiones.
Por un lado, resulta sorprendente que se dedique tan poca atención
al fracaso comparativamente mucho mayor que sufren las clases
populares respecto a las clases más asentadas, lo que debería
resultar un escándalo social al no admitir que todo se deba a
las diferencias individuales. La cultura escolar está más cerca
de ciertos grupos sociales que de otros, así que la escuela, mientras
contribuye a “igualar” en cierto sentido, legitima la desigualdad
básica por otro lado. En palabras del movimiento pedagógico freinetiano,
"... el que ha fracasado reconoce
su inferioridad o bien debe admitir que no ha hecho el esfuerzo
necesario, y el sistema educativo desarrolla una ideología del
esfuerzo que no es inocente. Los que adoptamos el objetivo de
Freinet, la educación del trabajo, no condenamos en sí misma esta
llamada al esfuerzo, pero es preciso superar el aspecto superficial
del problema. Si algún niño vive en un medio más habituado al
esfuerzo que a la facilidad ese niño es el de los medios populares,
y no el de la burguesía. Se podría, pues, pensar que él va poner
un esfuerzo mayor en obtener buenos resultados.
Eso sería olvidar el contexto en el que se hace esa llamada al
esfuerzo. El realismo de los medios populares orienta siempre
el esfuerzo hacia objetivos concretos, generalmente útiles, claramente
delimitados (...). Pero los objetivos de la escuela son siempre
abstractos, desligados de toda realidad; aun cuando tienen unos
aspectos utilitarios, éstos son cuidadosamente situados en la
lejanía."
(Institut Cooperatif d´Ecole Moderne, 1980, pp.
29-30)
Por otro lado, nada hay más contundente en la crítica que someter
a ésta los mismos fines de la educación, incluso cuando éstos
parecen loables. Esto es lo que se hace, con su estilo demoledor
y claro (quizá discutible) en Carta a una maestra:
"Sólo una compañera [en la
escuela de Magisterio] me pareció un poco elevada. Estudiaba por
amor al estudio. Leía hermosos libros. Se encerraba en su habitación
a escuchar a Bach.
Es el máximo fruto al que puede aspirar una escuela como la vuestra.
A mí sin embargo, me han enseñado que ésta es la tentación
más fea.. El saber sólo sirve para darlo. `Se llama maestro a
quien no tiene ningún interés cultural cuando está solo´"
(Alumnos de la escuela de Barbiana, 1982, e.o.
1967, p. 112)
En todo caso, la educación crítico-transformadora, además de
situarse en contra de la educación transmisiva y/o conservadora,
se diferencia de lo que podemos llamar pedagogías reformistas,
`activas´, humanistas... (aunque pueda incorporar lo que en
ellas exista de valioso). Stephen Kemmis, a partir de la clásica distinción de la `teoría
crítica´, sintetiza en el siguiente cuadro los tres puntos de
vista sobre la teoría del curriculum:
|
TÉCNICO |
PRÁCTICO |
CRÍTICO |
Lenguaje
y discurso |
Cientifista |
Humanístico |
Dialéctico |
Relaciones
sociales y organización |
Burocráticas |
Liberales |
Participativas,
democráticas, comunitarias |
Acción
y prácticas |
Tecnicistas |
Racionalistas |
Emancipadoras
(preparación) |
(Kemmis, 1988, p. 134)
En Concejo Educativo, hemos realizado una
diferenciación entre el enfoque `socioeducativo crítico´
el `transmisivo´y el `activo´ dado que se tiende a
considerar todo lo `activo´como transformador simplemente
porque se diferencia del enfoque más tradicional (Concejo Educativo
de Castilla y León, 1995, pp. 20-22). Básicamente, se trata de ser conscientes
de si se incorpora un componente social crítico-transformador
o no. Como dice Michael W. Apple, "hay que tener mucho cuidado
para que esas estrategias educativas no sean pedagogías para la
adaptación individual en vez de pedagogías para la transformación
social. La enseñanza y los curricula prácticos y `progresistas´
no siempre son críticos, desde el punto de vista social"
(Apple, 1996, p. 138). Y, de forma más radical, Samuel Bowles
y Herbert Gintis criticaron el movimiento reformista escolar de
los EEUU a partir de Dewey: "los movimientos en pro de la
reforma educativa han fracasado por negarse a cuestionar la estructura
básica de la propiedad y el poder en la vida económica" (Bowles
y Gintis, 1985, p. 26); no vamos a discutir ahora si de ahí
podemos pasar a un reproduccionismo peligroso, pero sí
nos interesa señalar que estamos de acuerdo con el planteamiento
de que no puede haber transformación educativa radical sin que
se toque el sistema social (aunque no hay que esperar a que éste
cambie para actuar).
Otro tipo de críticas a las pedagogías `psicológicas´ han venido
de autoras/es foucaltianos como Julia Varela y Fernando Álvarez-Uría
(Varela, 1991a, 1993; Varela y Álvarez-Uría 1991; Álvarez-Uría,
1992), Julio Mateos, a partir principalmente de los planteamientos
de Julia Varela, realiza una síntesis aclaratoria de este tipo
de posiciones:
"¿En qué consiste la quimera
sobre la función emancipatoria de las pedagogías "psi"?
En que la subjetividad esencial (aquellos que caracteriza al sujeto)
no puede existir fuera del orden discursivo que la produce, y
desde tal premisa la subjetividad no puede oponerse a las relaciones
de poder ya que ella misma es su criatura. El error, en definitiva,
de las pedagogías psicológicas sería tomar como fuente de oposición
aquello que, precisamente, debe ser problematizado: la conciencia.
Desaparece en este esquema crítico la dualidad dominio/libertad
del sujeto o, si se prefiere, poder/autonomía. Olvidémonos de
un sujeto de conocimiento con identidad originaria y esencial.
El Yo psicológico no existe y aquellos saberes, técnicas
y prácticas que quieran acceder a él para liberarlo de los depósitos
ideológicos operarán como el que quita capas de la cebolla para
encontrar un centro seminal que se desvanece en la operación."
(Mateos, 2001, p. 69)
En líneas muy generales, podemos decir que apreciamos algunas
críticas que hacen a la psicologización de la pedagogía, o al
pretendido carácter crítico de pedagogías que se reducen al cambio
metodológico, o a la ambivalencia social de ciertas propuestas
pedagógicas presentadas como progresistas. Sin embargo, no queda
claro qué es lo que proponen y en algunas ocasiones pueden llegar
a facilitar el `regreso´ a las pedagogías de la transmisión, a
las pedagogías `visibles´ en
general.
También Carlos Lerena (Lerena, 1976, 1983) o Tomaz Tadeu da Silva
(Tadeu da Silva, 1999) realizan cuestionamientos radicales. En
el caso de Carlos Lerena, como en otros, parece derivarse hacia
un reproduccionismo estricto, de raíz marxista primero y foucaltiana
después, de tal manera que deja sin explicar cuáles son sus propuestas
mientras desarma toda tentativa transformadora: no conseguimos
encontrar su vena crítico-transformadora. Como dijo Paulo Freire,
"sin un mínimo de esperanza no podemos siquiera comenzar
el embate" (Freire, 1998, p. 8).
Entendemos la educación transformadora ligada a la acción de
los movimientos sociales liberadores y al conocimiento crítico.
No es una mera derivación o aplicación de estos dos referentes,
sino que podríamos decir que se trata de tres formas complementarias
de acercarse a un común enfoque intelectual, moral y de acción,
que podemos definir como crítico, transformador o emancipatorio. Forzosamente han
de existir diferencias según nos hallemos en el campo de los movimientos
sociales, en el de la ciencia social crítica o en el de la educación,
pero defendemos que, con diferentes puntos de partida y actos
concretos, ha de haber un hilo conductor común, y que, además,
la filosofía de actuación se enriquece si tenemos en cuenta en
cada campo las aportaciones de cada uno de los demás. En esta
visión, la educación no asume una posición subalterna (“enseñar
lo que otros descubren o defienden”), puesto que el mismo proceso
de acción sociopolítica y de conocimiento participante también
tienen un componente cultural o educativo. La educación, por su
parte, no se considera de ninguna manera al margen de la sociedad
en la que interviene.
q
Movimientos sociales transformadores
Los movimientos sociales constituyen uno de tales referentes, dado que, como dicen Anna Ros y José
A. Antón,
[la sociedad] "demuestra una
pluralidad organizativa importante que muestra no solamente, la
diversidad de enfoques de los problemas y conflictos que la aquejan,
sino también los cauces plurales posibles para resolverlos. Esta
“posibilidad de lo plural” sería precisamente uno de los aspectos
donde han crecido las ONG que demostrarían no sólo la posibilidad,
sino también la necesidad de romper el monopolio del saber social."
(Ros y Antón, s.f.)
Jaume Martínez Bonafé resalta cómo
la puesta en práctica de la renovación en la enseñanza suele supervivir,
no como una estrategia técnico-profesional aislada, sino "en
conexión con otras estrategias de cambio impulsadas por compromisos
sociales, culturales e ideológicos que desbordan el conocimiento
práctico edificado en el trabajo" (Martínez Bonafé, J., 1993,
p. 324). José Antonio Antón, por su parte, señala que para que
las escuelas se conviertan en espacios de debate crítico contrahegemónico,
"estos espacios de intercambio y reconstrucción cultural
alternativo deben reforzarse con los discursos críticos que pueden
aportar los movimientos sociales frente a un `pensamiento único´
cada vez más presente" (Antón, 1998). Y Marco Rizzardini
refuerza la idea de la insuficiencia de una educación centrada
en su propia realidad interna: "la sola educación no es suficiente.
(...) La educación en valores y actitudes debe traducirse en una
práctica concreta y `contaminarse´ con lo que está fuera de la
institución escolar” (Rizzardini, 2002, p. 312). Las movimientos
de transformación socioeducativa han de formar redes con los movimientos
sociales transformadores si unos y otros quieren ser agentes de
transformación sociocultural y superar tanto el activismo como
el idealismo, como hemos desarrollado en otro lugar (Ibáñez, J.E.,
2003).
q
El conocimiento social crítico
El conocimiento social crítico, por su parte, reclama
también nuestra atención. En primer lugar, como realidad social,
la educación debe ser analizada desde el punto de vista de la
ciencia social crítica. En segundo lugar, los fines y características
de la ciencia crítica suministran aportaciones sobre el proceso
educativo, que también es un proceso de conocimiento participativo.
En tercer lugar, los conocimientos críticos concretos han de proporcionar
ideas y datos que pueden examinarse en la práctica pedagógica.
Como afirman Ana Ayuste et al.:
"No se trata, pues, de la
concepción de la modernidad tradicional, basada en una racionalidad
instrumental, que llevaba a que alguien tenía la solución más
científica a un problema y se la enseñaba a los demás. (...)
Tampoco se trata del relativismo posmoderno de que no hay criterio
para establecer qué es racionalmente mejor o peor. (...)
El modelo comunicativo recoge las aportaciones más recientes de
las ciencias sociales como la teoría de la acción comunicativa
(J. Habermas) y la radicalización de la modernidad (A. Giddens).
Sin embargo, no se trata de una aplicación a la educación de las
teorías de estos autores. Por ejemplo, no asume el concepto evolucionista
que tiene Habermas del aprendizaje, sino que se basa en este aspecto
en el enfoque sociocultural de autores como Vygotski, Silvia Scribner
y Michel Cole."
(Ayuste et al., 1994, p. 81)
Aunque la denominada `teoría crítica´ no se constituye en el
único referente para un conocimiento social crítico, sin duda ha realizado aportaciones
de interés, como la idea de conocimiento construido mediante
la acción social o un diferente concepto de inteligencia. Como
señala Costa Criticos:
"La teoría de Habermas de
cómo los intereses humanos fundamentales influyen en la construcción
social del conocimiento, es otra contribución valiosa a este análisis
de la pedagogía y psicología del aprendizaje. Rechaza el punto
de vista dominante del conocimiento de que está separado y ha
sido descubierto por el individuo a favor de un conocimiento construido
en la acción comunal (Habermas 1972). Aparte de la dimensión social
hacia la educación progresiva, también valora formas especiales
de aprendizaje. Stanton, que propone el aprendizaje social, resalta
algunas de estas características: La educación para la emancipación
tiene una epistemología alternativa que, en contraste con el conocimiento
objetivo, se basa en el conocimiento conectado. Es una educación
que es generativa y no consumista, preocupada por la percepción
y no la recepción, que busca, no sólo investiga. En este sistema
la inteligencia es un proceso, no un producto, y la inteligencia
iguala al comportamiento inteligente. (Stanton)."
(Criticos, 2000, p. 39)
q
Pedagogías alternativas
Otro conjunto de aportaciones viene específicamente del ámbito
educativo. Aquí tendríamos que incluir la tradición
de renovación pedagógica, aunque sólo cuando está ligada
al cambio social y va más allá de planteamientos didácticos
(movimiento Freinet, movimientos de renovación
pedagógica en España, etc...), movimientos socioeducativos y socioculturales
diversos, y, cómo no, al brasileño Paulo Freire, con su propuesta
de educación liberadora y dialógica:
"La pedagogía del oprimido
que, en el fondo, es la pedagogía de los hombres que se empeñan
en la lucha por su liberación, tiene sus raíces ahí [inserción
crítica en la realidad mediante la praxis transformadora]. Y debe
tener, en los propios oprimidos que se saben o empiezan a conocerse
críticamente como oprimidos, uno de sus sujetos."
(Freire, 1997, e.o. 1970, p. 52)
[los educandos] "en vez de
ser dóciles receptores de los depósitos se transforman ahora en
investigadores críticos en diálogo con el educador, quien a su
vez es también un investigador crítico."
(Freire, 1997, e.o. 1970, p. 91)
Frente a quienes ven a Freire como un autor de otra época o de
otro lugar (el mundo rural de los campesinos analfabetos de Brasil
con los que trabajó en los años sesenta...), creemos que su enfoque,
por más que haya de ser enriquecido, contextualizado y criticado
como cualquier otro, resulta el más completo y coherente en una
educación que se pretenda emancipatoria. Es más, sus reflexiones
desbordan el plano educativo y son tremendamente sugerentes para
todo proceso de transformación social y conocimiento crítico,
dado que no establecía fronteras entre ninguno de los tres aspectos.
En España, y en la actualidad, el Centro de Investigación Social
y Educativa (CREA, Universidad de Barcelona) defiende el objetivo
de democracia cultural en lugar de democratización de la
cultura, así como un enfoque comunicativo y un aprendizaje
dialógico basándose principalmente en Freire y Habermas:
"En las últimas décadas se
ha pasado del objetivo de la democratización cultural al de la
democracia cultural. Si la práctica de la primera consistía en
(Ander-Egg) `proporcionar conocimientos culturales, en hacer participar
de los beneficios de la élite cultural, la segunda consiste en
asegurar a cada uno (individuos, grupos o pueblos) los instrumentos
para que con libertad, responsabilidad y autonomía puedan desarrollar
su vida cultural´"
(Flecha, 1990, p. 76)
"La perspectiva comunicativa
supone la aceptación de que nadie tiene la solución sobre el qué,
cuándo y cómo enseñar y evaluar, pero que se pueden ir construyendo
soluciones provisionales, siempre mejorables posteriormente, a
través de la dinámica intersubjetiva."
(Ayuste et al., 1994, p. 81)
Carlos
Núñez, hablando desde la `educación popular´ latinoamericana, afirma que ésta,
"Es el campo de la `pedagogía de la autonomía, de la pregunta y del diálogo´. Es comunicación verdadera, y no simple extensión
soberbia y autoritaria del saber establecido y dominante. Es en
síntesis, la triple combinación de sus valores, sus opciones y
las formas de luchar por ellos, la que define e identifica, al
igual que siempre, la propuesta teórico-práctica, histórica y
contextual, de la EP."
(Núñez, 2003)
Al margen de las críticas realizadas desde el campo conservador
o liberal a la pedagogía crítica, desde el postmodernismo se
han cuestionado sus mismos fundamentos, en línea con la deconstrucción,
la `crítica de la crítica´, la destrucción de las metanarrativas
y la denuncia de nuevos `regímenes de verdad´ foucaltianos. Anneliese
Kramer-Dahl, por ejemplo, reconsidera las ideas de `voz´y `experiencia´
de la pedagogía crítica", desde un feminismo postmodernista
(Kramer-Dahl, 1999). Desde posiciones menos contundentes, otros
autores y autoras han tratado de buscar nuevos enfoques educativos
críticos, o enriquecer los existentes, buscando aportaciones
en la filosofía postmoderna (incluyendo en ella a Foucault).
Podemos mencionar a Giroux (1994a, 1994b), McLaren (1998), Ball
y otros/as (Ball, comp., 1993), Carr (1993), Bayer y Liston (2001);
los diversos autores/as incluidos en Popkewitz & Fendler
(eds., 1999) o Pérez Gómez (1997, 2000). Sin embargo, sus posturas
son muy variadas, pues hay entre estos autores quienes intentan
conjugar aspectos ilustrados y postmodernos,
quienes se sitúan claramente desde el postmodernismo o quienes
lo critican en términos generales, aunque reconozcan algunas
aportaciones.
De forma más contundente, Ramón Flecha y CREA (véase especialmente
Flecha, 1994b; Flecha 1997b; Ayuste et al., 1994) denuncian como
nítidamente perjudicial para los intereses críticos la filosofía
postmoderna y su influencia educativa, en tanto en cuanto pude
contribuir a desactivar los movimientos de oposición, al desconfiar
de las posibilidades transformadoras y no realizar propuestas
que alienten los cambios. Tampoco aceptan la `modernidad tradicional´,
sino que defienden una visión cultural-educativa en línea
con la `nueva teoría crítica´. Así critican
la visión tradicional de la modernidad respecto a las instituciones
educativas, en sus vertientes conservadora (nostalgia de supuestos
tiempos pasados mejores...) y adaptadora (reforma y extensión
continua de la escuela, vista como entidad totalizadora), pero
también los enfoques genealógico (Foucault) y posmoderno (Lyotard),
por suponer éstos un debilitamiento de lo transformador en el
campo de la cultura y la educación:
"La nueva teoría crítica contempla los aspectos
ambivalentes de las instituciones tradicionales y analiza las
potencialidades de la modernidad para nuevos desarrollos institucionales
que contribuyan a hacer avanzar el proyecto del derecho igual
a la cultura para todas las personas sin ningún tipo de discriminación.
Pertenecen a esta orientación los nuevos desarrollos de la sociología
(Habermas, Giddens) y las corrientes vinculadas a los movimientos
sociales.
Se diferencia del postmodernismo por su apoyo a las instituciones
de la modernidad y su valoración de la mejora que supusieron
respecto de las posibilidades de garantizar ese derecho en cualquier
modelo premoderno. Se diferencia del modernismo tradicional por
su crítica a los efectos que han contribuido más a realizarlo
y por su voluntad de superación de sus consustanciales limitaciones
no sólo a través de una reforma de las mismas instituciones sino
también con el desarrollo de otras nuevas.
Esta nueva visión crítica basa su concepto de cultura en un proceso
de comunicación entre iguales. No es estático, sino que resulta
de la interacción entre diferentes personas y comunidades. No
hay culturas superiores a otras, aunque algunas de sus concreciones
logran imponerse sobre las demás en el transcurso de la evolución
social. No hay gente culta y gente inculta, aunque la privación
de determinados conocimientos y habilidades puede crear dificultades
de desenvolvimiento en un marco sociocultural concreto.
Las instituciones culturales deben asegurar que toda persona
y comunidad puedan adquirir, si lo desean, las destrezas que
sirven para desenvolverse mejor en un marco concreto. Pero también
para el mantenimiento y la renovación de todos aquellos elementos
culturales que responden a sus necesidades colectivas e individuales."
(Flecha, 1994a, pp. 33-34)
Necesariamente, al caracterizar una educación liberadora, comprometida,
los fines y los medios aparecen íntimamente relacionados,
aunque no sean lo mismo. Los fines son anteriores a los medios,
puesto que éstos están en función de aquéllos. Sin embargo,
hablar de fines sin hablar de medios para ponerlos en práctica
lleva al verbalismo, e incluso a no entenderse de forma real
sobre lo que se pretende; los conceptos son utilizados con diferentes
intenciones y sólo al empezar a relacionarlos con la realidad
se revela el verdadero sentido. Por el contrario, hablar de los
medios sin referirnos a los fines es caer en un activismo más
o menos superficial, tecnocrático o ingenuo. Quienes quieren
`enseñar´ a sus alumnos una concepción crítica de la sociedad
sin cuestionar el modelo educativo bancario se hallan en un error;
quienes reducen todo a una cuestión de métodos a usar caen en
otro. En la tarea educativa, y seguramente en cualquier situación
social, los medios no son neutrales, y menos cuando lo que se
pretende implica el desarrollo de cualidades humanas y de pensamiento
que, por definición, sólo pueden crecer mediante la práctica
relevante. Una pedagogía emancipatoria no se reduce a una metodología,
y aún menos a identificarse con un método cerrado, pero negaría
su compromiso con la realidad si no contase con medios y métodos
coherentes con sus fines.
La educación no es neutral, y puede hablarse de la complementariedad
de los proyectos pedgógico y político, en su sentido amplio (Charlot,
2003). La educación emancipatoria debe hacer explícitos sus fines
y presupuestos para que puedan ser sometidos a crítica, en lugar
se ocultarlos como hace la educación dominante. Son válidos los
valores propios de los movimientos sociales emancipatorios (igualdad
no uniformizadora, libertad real y en todas las esferas, solidaridad
universal, sustentabilidad ambiental, etc.). Como afirman Giorux
y McLaren:
"El imperativo de este curriculum es crear condiciones
para el ejercicio del poder y la auto-constitución del estudiante
como un sujeto activo política y moralmente. Estamos usando el
término `ejercicio del poder´ para referirnos al proceso en el
que los estudiantes adquieren los medios para apropiarse críticamente
del conocimiento existente fuera de su experiencia inmediata,
para ampliar la comprensión de sí mismos, del mundo, y las posibilidades
de transformar las presuposiciones, vistas como dadas para siempre,
acerca de la forma en que vivimos."
(Giroux y McLaren, 1998, pp. 113-114)
El objetivo consiste en la emancipación de quienes participan
en cada acto y, simultáneamente, la construcción de condiciones
para que esa emancipación sea la de toda la sociedad. Hemos de
incluir en la emancipación el `empoderamiento´ (-empowerment-
tomar el control de las propias vidas de forma personal y colectiva,
por parte de los grupos sociales que disponen de menos poder)
y la igualación de las condiciones económicas y simbólicas. Todo
ello ha de ser generalizable y potencialmente universal, pero
la atención primera la reclaman para sí los sectores más oprimidos
y menos poderosos, en todos los sentidos de la palabra.
El fundamento de la acción pedagógica es, por tanto, moral
o ideológico: la opción por el amor, la cooperación humana
y el desarrollo personal constituye el punto de partida que defendemos,
sabiendo que el modelo social, para que ello sea posible, ha
de ser otro. Por otro lado, una educación emancipadora, a diferencia
de otros modelos, abre a la discusión pública los fines que
persigue, es autocrítica, lo que le confiere mayor racionalidad
y valor democrático.
En la educación emancipatoria, “el conocimiento no se estudia
por sí mismo, sino que es contemplado como una mediación entre
el individuo y la realidad social más amplia” (Giroux, 1990,
p. 110). El conocimiento es también de otro tipo: a diferencia
del conocimiento técnico-instrumental (causa-consecuencia) o
del práctico (entendimiento, interpretación), el conocimiento
crítico se corresponde con un interés emancipador: tomar
el control de las propias vidas y transformar la realidad, mediante
la reflexión y control sobre las metas y no sólo sobre los medios.
Incluye así a los otros tipos de conocimiento al abarcarlos en
la praxis desde una perspectiva autorreflexiva, tal como defiende
Habermas.
Tal como la entendemos, la praxis realiza la síntesis
entre teoría y práctica, es la acción consciente y reflexiva
que desborda los límites de lo concreto, tanto como acción como
reflexión, dado que abarca lo que es externo al acto concreto,
para ir más allá de él. La relación entre acción-práctica y teoría-reflexión
es dialéctica, pues si el pensamiento influye en la acción, ésta
también transforma el pensamiento, al ponerse éste en contacto
con lo concreto. Freire define la concienciación como
el “proceso mediante el cual los seres humanos participan críticamente
en un acto transformador” (Freire, 1990, p. 120), y defiende
la necesidad tanto del `contexto teórico´ (cuando se produce
la reflexión) como de la inserción en el `contexto concreto´,
la realidad social que ha de ser transformada:
"No puede haber `contexto teórico´ si no es
en una unidad dialéctica con el `contexto concreto´. En este
contexto –en el que están los hechos- nos encontramos también
nosotros mismos (...). Hablar de contexto teórico es expresar
la búsqueda afanosa de la razón de ser de los hechos"
(Freire / Cuadernos de Pedagogía, 1984, p. 42)
"me parece obvio que los campesinos analfabetos
no necesitan un contexto teórico (en nuestro caso, el círculo
de cultura) para percatarse de su situación objetiva de opresión.
Alcanzan esta conciencia en el contexto concreto de su vida.
Se percatan de su situación de opresión a través de su experiencia
cotidiana, cargada de evidencias dramáticas. Lo que su conciencia,
derivada de la cotidiana inmersión en ciertas condiciones de
vida, no les proporciona, es la causa de su condición
de explotación. Esta es una de las tareas que debemos efectuar
en el contexto teórico. Precisamente, puesto que la conciencia
sólo se transforma a través de la praxis, el contexto teórico
no se puede reducir a un aséptico centro de investigación. El
círculo de cultura debe encontrar modos, que le señalará en cada
caso la realidad local, de transformarse en un centro de acción
política"
(Freire, 1990, 157-158)
"el proceso de concientización implica la práctica
de transformación de la realidad o no es concientización
(Freire, 1979, p. 80)
En esta integración entre acción social y educación, la educación
popular latinoamericana se ha convertido en referente indiscutible
(véase, por ejemplo: Korol 2002; Gracia, 2003; Núñez,
2003; Castilla, 2001). Desde el contexto más escolar, Concejo
Educativo ha desarrollado la propuesta de `actividad con sentido
personal y social´ (Concejo Educativo de Castilla y León,
2002a).
Incluso si
comenzamos pensando sobre cómo es aprehendido el conocimiento,
David Lusted puntualiza que éste no se traspasa,
sino que ha de ser entendido en la interacción:
"El conocimiento no se produce en las intenciones
de los que creen que lo poseen, ya sea en la pluma o en la voz.
Se produce en el proceso de interacción, entre escritor y lector
durante la lectura, y entre profesor y alumno durante las acciones
en el aula. El conocimiento no es algo que se ofrece sino algo
que es entendido. Concebir los campos o los cuerpos de conocimiento
como si fuesen propiedad de académicos y profesores es un error.
Niega la igualdad de relaciones en los momentos de interacción,
y privilegia falsamente un lado del intercambio y lo que éste
«sabe» por encima del otro."
(Lusted, citado en McLaren, y Giroux, 1997, p.
62)
La cita anterior nos ha hecho ver también que la opción por
el diálogo en la educación no tiene solamente implicaciones para
el aprendizaje de conocimientos. Bruner, a propósito de los postulados
de la perspectiva psicológico-cultural que defiende, enfatiza
las capacidades de la conciencia, la reflexión, la amplitud
del diálogo y la negociación, dándose cuenta de que y todos estos
factores son peligrosos en sistemas que dependen de la autoridad,
por lo que afirma que "La educación es arriesgada,
ya que refuerza el sentido de la posibilidad" (Bruner, 1997,
p, 62). El diálogo juega un papel primordial en la creación
de nuevas posibilidades, al superar la idea de sujeto-objeto
en la educación y también los límites de la individualidad: "la
toma de conciencia, no se da en los hombres aislados, sino en
cuanto traban, entre sí y el mundo, relaciones de transformación,
así también, solamente ahí puede instaurarse la concientización"
(Freire, 1973, p. 88).
La educación emancipatoria, por tanto, ya no ha de entenderse
como una acción de unas personas sobre otras, pues sería inconsecuente
con sus presupuestos básicos: “nadie educa a nadie – nadie se
educa a sí mismo – los hombres se educan entre sí mediatizados
por el mundo” (Freire, 1997, e.o. 1970, p. 73). Así, “el verdadero
diálogo reúne a los sujetos en torno al conocimiento de un objeto
cognoscible que actúa como mediador entre ellos”(Freire, 1990,
p. 70). Según CREA,
"A diferencia de las habilidades académicas
o prácticas, las habilidades comunicativas se aprenden a través
de una relación entre iguales cuyo objetivo es entenderse, actuar
en el entorno entre iguales y resolver cooperativamente una situación
problemática. El uso de estas habilidades comunicativas tiene
como consecuencia el aprendizaje dialógico, esto es el resultado
de las interacciones que produce el diálogo igualitario, entre
iguales, para llegar a consensos con pretensiones de validez.
Como puede comprenderse, el aprendizaje dialógico tiene unas
claras raíces habermasianas y freirianas."
(Elboj et al., 2000, p. 134)
"Desde esta perspectiva ya no se piensa en términos
de sujeto-profesor que transforma a los objetos-alumnos “sacándoles
de su ignorancia”, sino en comunidades educativas que aprenden
colectivamente a través de un diálogo en el que cada una de las
personas que participan contribuyen desde la diversidad de su
propia cultura. Tampoco se piensa en términos de partido-sujeto
que “conciencia” al objeto-masa, sino en sociedades democráticas
en continuo proceso de transformación por sus ciudadanos y por
las organizaciones que promueven."
(Ayuste et al., 1994, p. 40)
Así, para Freire, “la educación problematizadora antepone,
desde luego, la exigencia de la superación de la contradicción
educador-educandos. Sin ésta no es posible la relación dialógica"
(Freire, 1997, e.o. 1970, p. 89):
"Nuestro papel [educador/a o líder social] no
es hablar al pueblo sobre nuestra visión del mundo, o intentar
imponerla a él, sino dialogar con él sobre su visión y la nuestra.
Tenemos que estar convencidos de que su visión del mundo, manifestada
en las diversas formas de su acción, refleja su situación en
el mundo en el que se constituye. La acción educativa y la acción
política no pueden prescindir del conocimiento crítico de esta
situación, so pena de que se transformen en “bancarias” o en
una prédica en el desierto."
(Freire, 1997, e.o. 1970, p. 116)
"Ni a los campesinos, ni a nadie, se persuade,
se somete, a la fuerza mítica de la propaganda, cuando se tiene
una opción liberadora. En este caso, se les problematiza su situación
concreta, objetiva, real, para que, captándola críticamente,
actúen, también críticamente sobre ella."
(Freire, 1973, p. 23)
Sin embargo, no se trata de ningún espontaneísmo; no ha de entenderse
que haya de reconstruirse todo el conocimiento de nuevo, ni que
sea irrelevante el papel del educador/a o de sus conocimientos:
"estamos abogando por una síntesis entre los
conocimientos más sistematizados del educador y los conocimientos
mínimamente sistematizados de los educandos, síntesis que se
alcanza a través del diálogo. El rol del educador consiste en
proponer problemas en torno a situaciones existenciales codificadas
para ayudar a los educandos a alcanzar una visión cada vez más
crítica de la realidad."
(Freire, 1990, p. 75)
Creemos que aquí subyace una de los ejes centrales de
esta propuesta educativa: el aprendizaje no coincide con lo que
“lleva" el o la educadora, sino que es el resultado del
diálogo entre la experiencia y conocimientos de las personas
que en ese momento tienen el rol de educadores/as y quienes tienen
el rol de aprendices; esos conocimientos y esas experiencias
son necesariamente diferentes, y de ahí la posibilidad de aprendizaje
compartido, de síntesis entre unos y otros, de creación cultural
y no de transmisión. Si, en una situación escolar, el alumnado
no tiene por qué tener el conocimiento general propio del profesorado,
éste no dispone de las experiencias concretas del alumnado, y,
sin ellas, el aprendizaje relevante no será posible (ni del alumnado,
ni del profesorado).
Ramón Flecha destaca la participación social, la transformación
del contexto y el diálogo como las claves de una educación crítica.
Resume en siete los principios del aprendizaje dialógico
(Flecha, 1997a, pp. 13-46):
-
Diálogo igualitario: "El diálogo es igualitario cuando
considera las diferentes aportaciones en función de la validez
de sus argumentos, en lugar de valorarlas por las posiciones
de poder de quienes las realizan" (Flecha, 1997a, p.
14).
-
Inteligencia cultural: "Todas las personas tienen
las mismas capacidades para participar en un diálogo igualitario,
aunque cada una puede demostrarlas en ambientes distintos"
(Flecha, 1997a, p. 20). "Todas las destrezas son funcionales
en sus propios contextos y pueden ser transferibles a otros
en determinadas condiciones" (Flecha, 1997a, p. 22).
-
Transformación: "El
aprendizaje dialógico transforma las relaciones entre la gente
y su entorno. Como dice Paulo Freire, `las personas no somos
seres de adaptación sino de transformación´" (Flecha,
1997a, p. 28). La transformación igualitaria es resultado
del diálogo, no como en la modernidad tradicional, que un
sujeto transforma a otros, y a doferencia de la postura posmoderna
que niega la posibilidad y conveniencia de la transformación.
-
Dimensión instrumental: "El aprendizaje dialógico
abarca todos los aspectos que se acuerdan aprender. Incluye,
por tanto, el aprendizaje instrumental de aquellos conocimientos
y habilidades que se considera necesario poseer. El dialógico
no se opone al instrumental, sino a la colonización tecnocrática
del aprendizaje" (Flecha, 1997a, p. 33).
-
Creación de sentido: todo el mundo puede soñar y sentir,
y dar sentido a su existencia, la aportación de cada uno es
diferente, por eso es irreemplazable para las demás. "La
clave para que la enseñanza realice una contribución positiva
a esa perspectiva es que promueva la comunicación tú a tú
entre las personas" (Flecha, 1997a, pp. 35-36). "El
aprendizaje dialógico afirma (...) que son las personas quienes
crean los medios, los mensajes y los sentidos de ambos en
nuestras existencias. De esta forma, supera el dogma postestructuralista
que lleva a negar la producción humana de los medios."
(Flecha, 1997a, p. 36)
-
Solidaridad: "Las prácticas educativas igualitarias
sólo pueden fundamentarse en concepciones solidarias."
(Flecha, 1997a, p. 39)
-
Igualdad de diferencias: "La igualdad es el valor
fundamental que debe orientar toda educación progresista."
(Flecha, 1997a, p. 41). En lo escolar, además de criticarse
las `reformas de la diversidad´:
"Se atacan dos posturas: la
concepción homogeneizadora de la igualdad y su reducción a la
igualdad de oportunidades. La primera pretende integrar a todo
el alumnado en un currículo homogéneo, llevando así al fracaso
a quienes tienen en sus familias y comunidades saberes diferentes
a los que impone la escuela. La segunda intenta que toda niña
o niño tenga las mismas oportunidades de llegar a las posiciones
altas o bajas de una sociedad, pero sin cuestionar las distancias
existentes entre ellas. (...) El aprendizaje dialógico se orienta
hacia la igualdad de las diferencias afirmando que la verdadera
igualdad incluye el mismo derecho de toda personas vivir diferente."
(Flecha, 1997a, p. 42)
Resaltemos finalmente que, en nuestra opinión, la perspectiva
comunicativa, para ser emancipadora, necesita de que, al menos
una de las dos partes del encuentro pedagógico (educadores – educandos)
aporte una visión crítico-transformadora y se de en un
contexto de transformación crítica: en caso contrario,
el diálogo no salta la barrera del pensamiento dominante. Así
será posible que el encuentro educativo sea un compromiso de todas
las personas participantes para cambiar lo que restringe el aprendizaje
y la libertad, como afirma Criticos (1993).
d) Participación, democracia radical y `empoderamiento´
Suele hablarse en cualquier modelo educativo no transmisivo,
pero no necesariamente crítico, de la participación como
principio pedagógico. En algunos casos, esto ha llegado a formularse
de manera más radical, partiendo de la necesidad y el derecho
del alumnado a la negociación del currículo (Boomer, G. et al.,
eds. 1992). También se han denunciado las modalidades de participación
habituales como formas más sofisticadas de control o de disfrazar
la realidad:
"El alumnado no está interesado en participar
cuando se le prescribe externamente y además se hace en unas
condiciones ajenas. En las clases que hemos analizado el profesor
coaccionaba a la participación y el alumnado se resistía, lo
que era indicativo de una terrible paradoja"
(Martínez Rodríguez, 1999, p. 104)
Partiendo de ello, Juan Bautista Martínez Rodríguez ha propuesto
que la negociación del currículo con el alumnado se convierta
en una realidad, pero teniendo en cuenta la desigualdad de poder
de ciertos grupos sociales. Por ejemplo, al negociar los contenidos:
es necesario reconocer que existen dos culturas en interacción,
la popular y la dominante y que "quien ve la cultura legítima
desde el punto de vista de la cultura dominada no ve la misma
cultura que aquel que se ve [sic] legitimada su posición por
la misma cultura" (Martínez Rodríguez, 1999, p. 160).
Incluyendo a toda la comunidad educativa e incluso a la local,
hay quienes defienden (y estamos de acuerdo con ello), que la
transformación educativa no puede hacerse más que mediante la
participación comunitaria, más allá de los cauces
formales de la democracia representativa, haciendo que toda la
práctica educativa se transforme mediante las aportaciones teóricas
(intereses, prioridades...) y prácticas (recursos, colaboraciones,
presencia...) de asociaciones, padres, madres, instituciones,
profesorado y alumnado. Esta es la idea base de las `escuelas
aceleradoras´ iniciadas principalmente por Henry M. Levin
en EEUU o de las `comunidades de aprendizaje´ en España, impulsadas por CREA (Universidad de Barcelona),
y en ambos casos, están dirigidas principalmente a los centros
educativos con mayor alumnado en situación de riesgo educativo.
Para Levin y las escuelas aceleradoras, tres son los principios
fundamentales: "Propósito común" (toda la comunidad
escolar y local); "Poder y responsabilidad"; "Construir
sobre las virtudes". Recogemos alguna aclaración más para
entender su filosofía de actuación:
"Partíamos de una premisa muy básica: los estudiantes
en situación de riesgo deben aoprender a un ritmo más rápido,
y no a uno más lento que los retrasa cada vez más. Para ello,
hace falta una estrategia de enriquecimiento y no de recuperación."
(Levin, 1993, p. 82)
"El Accelerated Schools Project se establece
sobre la premisa de que queremos para todos los niños los mismos
tipos de escuelas que para los nuestros."
(Levin, 1993, p. 83)
"Nuestra concepción del aprendizaje potente
se basa en la premisa de que la educación que utilizamos con
los niños `superdotados´ funciona bien con TODOS los niños."
(Levin, 1993, p. 85)
"Según nuestra experiencia, la capacidad para
vigorizar una escuela y conseguir que se centre de manera productiva
en un conjunto de objetivos comunes, utilizando los talentos
de los maestros, padres y alumnos, es mucho más importante que
cualquier colección curricular prefabricada o método de enseñanza."
(Levin, 1993, p. 93)
Muy conectada con la idea de participación comunitaria aparece
la idea de democracia radical. Henry A. Giroux, pensando en la
educación institucional, ha realizado la propuesta de contemplar
las escuelas como esferas públicas democráticas y contrahegemónicas,
al hilo del pensamiento de Gramsci y de Freire:
"la necesidad de contemplar las escuelas como
esferas públicas democráticas es central para una pedagogía crítica
viable. Esto significa que las escuelas se han de ver como lugares
democráticos dedicados a potenciar, de diversas formas, a la
persona y la sociedad. En este sentido, las escuelas son lugares
públicos donde los estudiantes aprenden los conocimientos y las
habilidades necesarios para vivir en una auténtica democracia.
(...) las escuelas como esferas públicas democráticas se construyen
en torno a formas de investigación crítica que ennoblecen el
diálogo significativo y la iniciativa humana. Los estudiantes
aprenden el discurso de la asociación pública y de la responsabilidad
social. Este discurso trata de recobrar la idea de democracia
crítica entendida como un movimiento social que impulsa la libertad
individual y la justicia social."
(Giroux, 1990, 34-35)
Michael W. Apple y James A. Beane, a partir de Dewey, defienden
la necesidad y recogen las experiencias de lo que llaman `escuelas
democráticas´, afirmando que éstas son resultado de
intentos explícitos por parte de los educadores/as, implicando
dos líneas de trabajo: "Una es crear estructuras y procesos
democráticos mediante los cuales se configure la vida en la escuela.
La otra es crear un curriculum que aporte experiencias democráticas
a los jóvenes" (Apple, y Beane, 1997, p. 24). Así, las
personas implicadas en estas escuelas democráticas "se ven
a sí mismas como participantes en comunidades de aprendizaje."
(Apple, y Beane, 1997, p. 26). Jaume Martínez Bonafé habla de
dos claves para formular la idea de democracia en la escuela:
"queremos interpretar, comprender y transformar las relaciones
de poder y la construcción del saber en la escuela,
para hacer su vida más democrática (...) el poder y el saber,
y sus interrelaciones." (Martínez Bonafé, J., 1995, p. 62).
El Seminario Democracia y escuela, que ha elaborado una carpeta
de materiales para `vivir la democracia en la escuela´ habla
de cuatro claves: saber, poder, ciudadanía e identidad (Martínez
Bonafé, Á., coord., 2002).
Particularmente interesante nos resulta el concepto de `empoderamiento´
(del término inglés `empowerment´, aplicado en las situaciones
educativas de grupos con escaso poder en la sociedad. Lo define
de forma muy acertada Juan Bautista Martínez Rodríguez:
"Podríamos definir este concepto como el proceso
de adquisición de poder o el proceso de transición de una falta
de control a la adquisición del control sobre la propia vida
y el entorno inmediato. Es identificado con la posesión de poder
para actuar o con la adquisición de un status asociado
con el juicio de los derechos humanos y privilegios universalmente
y supraculturalmente reconocidos acordados por los miembros de
una raza humana Delgado Gaitán).
(Martínez Rodríguez, 1993, pp. 110-111)
En el terreno educativo, y específicamente referido a la multiculturalidad
y desigualdad, afirma que los principios del empoderamiento,
se refieren a:
"1) Los grupos infrarrepresentados, entre los
que se incluyen las mujeres, los étnica y lingüísticamente diferentes,
y los pobres a los que se asigna un status no igualitario en
la sociedad. Una auténtica sociedad democrática está organizada
para proporcionar a todas las personas, cualquiera que fuese
su bagaje, elecciones y oportunidades para ejercitar el poder.
2) Todos los grupos de alumnos/as tienen fuerzas y el cambio
cultural debería emanar de esa posición. 3) Para determinar las
estrategias apropiadas para la reducción de la desigualdad,
es indispensable entender la historia de una comunidad o grupo
de alumnos/as determinados, incluido el lenguaje, los valores
y las convenciones asociadas con significado cultural. 4) El
aprendizaje de nuevos roles proporciona a la gente acceso a
recursos y dicho aprendizaje ocurre a través de la participación
en esos nuevos contextos. 5) La reflexión crítica colectiva
es un proceso integral para la participación y el empowerment
al llevar las cuestiones a un nivel consciente. Una definición
de empowerment engloba tres dimensiones del poder que incluyen
las nociones de proceso colectivo, reflexión crítica y respeto
mutuo."
(Martínez Rodríguez, 1993, p. 111)
En el contexto de la educación popular latinoamericana, María
Gracia afirma que "ejercer el poder significa que los sectores
populares se apropien de ese poder que han generado" (Gracia,
2003). Por tanto,
"la tarea del educador consiste en crear las
condiciones para que los sectores populares con los que trabaja,
sean sujetos del poder. Objetivo estratégico de la educación
popular, es que los movimientos populares se apropien de su poder
a nivel político, a nivel económico y a nivel cultural. Este
poder popular no se decreta; es fruto de un prolongado proceso
de lucha, de organización, de autoeducación."
(Gracia, 2003)
"Cuando las actividades auténticas son transferidas al
aula, su contexto se transmuta inevitablemente, se convierten
en tareas académicas y forman parte de la cultura escolar"
(Brown, Collins y Duguid, en
Pérez Gómez, 2000, p. 263). Siendo esto cierto, quizá
haya que transformar todo lo que entendemos por contexto y cultura
escolar, de tal manera que la separación deje de ser tan nítida
como aparece en la cita y como resulta habitual. Pocas dudas
caben de que un contexto educativo enriquecedor constituye uno
de los factores clave para el aprendizaje, aunque tiende a olvidarse
en la práctica con demasiada facilidad. En una concepción comunicativa
del aprendizaje, un contexto educativo enriquecedor es aquel
lugar en el que se dan relaciones humanas vivas y en el que se
realizan acciones de forma colaborativa en un ambiente de desafío
intelectual y práctico. La creación de este contexto, por tanto,
ha de ser una de las preocupaciones básicas de todas las personas
intervinientes.
El medio educativo no se circunscribe al centro de estudio,
sino que éste se halla incluido en un medio social concreto.
La educación transformadora se vincula con la comunidad en la
que se halla el centro educativo:
"La mayor parte de autores de pedagogía crítica
consideran esenciales tanto las relaciones internas de la escuela
como las que se producen en el exterior. En este sentido, vinculan
el proyecto educativo al ámbito de la comunidad en la que se
inscribe y participa en la vida de ésta. Parten de un cuestionamiento
y una reflexión constante de los hechos sociales, culturales
y políticos de más trascendencia y toman posturas ante los actos
de injusticia, discriminación y violencia."
(Ayuste et al., 1994, p. 41)
Pero, frente a quienes utilizan la realidad del medio cultural
para justificar la rebaja de expectativas (la peligrosísima caracterización
como “medio sociocultural pobre”) y la adaptación a un medio
limitador, la orientación debe ser la transformación del contexto
“tal como proponía Vygotsky y como proponen las teorías sociales
(Beck; Giddens; Habermas) y educativas (Freire) más referenciadas
actualmente en el mundo” (Flecha, 2000, p. 13). Para tal transformación,
se necesita la participación social. Simultáneamente, la práctica
educativa y el contexto sociocultural podrán enriquecerse mutuamente.
En este sentido, podemos considerar, con Antonio Saldívar que
con este enfoque "la realidad no es vista sólo como escenario,
sino como el espacio de interacción donde de manera permanente
se están construyendo nuevos conocimientos" (Saldívar, 2001,
p. 24), tal como él ilustra con una experiencia concreta. También
Concejo Educativo de Castilla y León (1995) ha venido proponiendo
una concepción del entorno escolar como lugar de acción, como
escenario de agentes activos con los que se relacionan las actividades
escolares y apoyado algunas experiencias en este sentido.
Illich (1974) complementó su crítica a la escolarización
con algunas propuestas interesantes, facilitadas por las tecnologías
de la información (entonces incipientes, aunque él ya las nombra):
-
"Servicios de Referencia respecto de Objetos Educativos"
(para facilitar el acceso a cosas o procesos usados en el
aprendizaje; bibliotecas, museos, fábricas, granjas, etc.).
-
"Lonjas de Habilidades" (las personas que quieren,
hacen una lista de sus habilidades, condiciones bajo las cuales
pueden servir de modelos para el aprendizaje y cómo se las
puede encontrar)
-
"Servicio de Búsqueda de Compañero" (mediante red
de comunicaciones, computadores..., se trata de encontrar
a personas con los mismos intereses de aprendizaje).
-
"Servicios de Referencia respecto de Educadores Independientes"
(catálogo con las direcciones y las descripciones, hechas
por ellos mismos, de profesionales, paraprofesionales e independientes,
con las condiciones de acceso a sus servicios).
No puede haber educación liberadora reduciendo a la nada la cultura
y las experiencias de los y las aprendices (seguramente, tampoco
hay aprendizaje relevante de ningún tipo). Como escribe Henry
A. Giroux:
"Para el desarrollo de
unas relaciones sociales progresistas del aula resulta crucial
la apertura de canales de comunicación en los que los estudiantes
utilicen el capital lingüístico y cultural que llevan consigo
al aula. Si se encuentran sometidos a un lenguaje y a un cuadro
de creencias y valores cuyo mensaje implícito los considera culturalmente
analfabetos, los estudiantes aprenderán poco acerca del pensamiento
crítico y mucho sobre lo que Paulo Freire ha llamado la `cultura
del silencio´"
(Giroux, 1990, p. 110)
¿Cómo llevarlo a cabo?:
"Giroux sostiene que los estudiantes
deberían aprender a comprender las posibilidades transformadoras
encerradas en la experiencia. Con el fin de acrecentar el valor
de esta posibilidad, los profesores deben hacer que el conocimiento
del aula sea relevante para la vida de los estudiantes,
(...) los profesores deben confirmar la experiencia del estudiante
como parte del encuentro pedagógico, para el cual han de ofrecer
contenidos curriculares y prácticas pedagógicas que encuentren
resonancia en las experiencias vitales de los estudiantes. También
es importante (...) que conviertan esa experiencia en algo problemático
y crítico; para ello han de investigar los supuestos ocultos
de dicha experiencia. Y finalmente, Giroux afirma que, en último
término, los profesores han de conseguir que el conocimiento y
la experiencia sean emancipadores."
(McLaren, 1990, p. 19)
Incluir en el proceso de aprendizaje la cultura de los/as
aprendices tiene una importancia trascendental cuando se trata
de grupos cuya cultura ocupa un lugar subordinado respecto
a la cultura dominante. Giroux propone recuperar las experiencias
de los y las estudiantes, de modo que puedan comprender las circunstancias
históricas en que han tenido lugar y se han legitimado, y recurre
para explicarlo a la experiencia y las palabras de la educadora
Michelle Gibbs Russell:
"La educación política de
las mujeres negras estadounidenses comienza por hacer una memoria
de cuatrocientos años de esclavitud, diáspora, trabajos forzados,
palizas, bombazos, linchamientos y violaciones. Adquiere dimensiones
inspiradoras cuando empezamos a catalogar a los individuos y
organizaciones heroicos de nuestra historia que han combatido
contra esas atrocidades, y han triunfado sobre ellas. Se convierte
en cosa práctica cuando nos vemos ante los problemas de cómo organizar
cooperativas de alimentos para mujeres que viven con presupuestos
a base de cupones para comida, o de cómo demostrar ante los tribunales
que una es apta como madre. Y pasa a ser radical cuando, como
maestras, desarrollamos una metodología que coloca la vida cotidiana
en el centro de la historia y les permite a las mujeres negras
luchar por la supervivencia, a sabiendas de que están haciendo
historia."
(Michelle Gibbs Russell, en Giroux, 1993, pp.
167-168)
"¿Cuál es el papel del maestro? [en el `testimoniar´ de la
cultura negra, que implica hablar de lo sucede, narrar la experiencias]
Hacer que el proceso sea consciente, que el contenido sea significativo.
Querer saber tú mismo cómo se resuelven los problemas de las narraciones.
Aprender qué sabiduría de la supervivencia diaria poseen estas
mujeres. Importante. No dejar que las cosas paren en la conmiseración.
Tratar de ayudarlos a generalizar a partir de asuntos específicos.
Sacar a relucir las cuestiones de contra quién y contra qué se
tienen que topar continuamente en el camino de la vida que se
han trazado para sí mismos"
(Michelle Gibbs Russell, en Giroux, 1993, p. 168)
Sin embargo, “‘trabajar sobre las culturas subordinadas´ no significa
únicamente confirmar las experiencias culturales subordinadas,
sino también someterlas a una crítica que nos permita recuperar
tanto sus puntos fuertes como sus debilidades” (Giroux, 1990,
p. 236), al igual que ha de hacerse con cualquier cultura.
Unos años después, Giroux y McLaren hablan de ocuparse de la
experiencia del estudiante en tres sentidos, intentando integrar
los aspectos antisubjetivos del postestructuralismo:
"Primero, la concepción postestructuralista
de la experiencia estudiantil permite analizar la subjetividad
fuera de las exigencias de la psicología humanista. Desde esta
perspectiva, experiencia y subjetividad no colisionan dentro de
la noción humanista del ego integrado como la fuente de todas
las acciones y comportamientos. Si se considera que la experiencia
del estudiante está constituida de y por diferencias, y enraizada
en prácticas contradictorias discursivas y no discursivas, entonces
las experiencias que los estudiantes traen a las aulas, así como
las formas culturales a partir de las que se producen dichas
experiencias, operan entre tensiones permanentes e inabordables.
(...)
Segundo, la pedagogía de la
experiencia del estudiante potencia la crítica de las formas
dominantes de conocimiento y de mediación cultural que colectivamente
moldean las experiencias del estudiante. (...) [Hay que] ayudar
a los estudiantes a analizar sus propias experiencias fuera de
los marcos de referencia producidos en la «casa del señor», así
como iluminar el proceso por el que son producidas, legitimadas
o desconfirmadas. (...)
[Tercero] El conocimiento, antes de que se haga crítico, ha de
tener un significado para los estudiantes. El conocimiento escolar
nunca habla por sí mismo, sino que es constantemente filtrado
por las experiencias, el lenguaje coloquial crítico y los conocimientos
mutuos que los estudiantes traen a las aulas."
(McLaren, y Giroux, 1997, pp. 61-62)
Estos mismos autores recalcan, en otro texto, la importancia
del lenguaje en el aprendizaje crítico porque a través de él se
interpreta la experiencia: "La lucha sobre cómo nombrar y
transformar la experiencia es uno de los problemas más cruciales
en la pedagogía crítica y en la lucha por el cambio social."
(Giroux y McLaren, 1998, p. 150). Ésta es la argumentación:
"Krystyna Pomeroska escribe
que predicar o señalar constituye el núcleo del poder creativo
del lenguaje, y que al predicar o señalar "creamos la realidad"
(...). La naturaleza del lenguaje que usamos determina cómo
podemos construir el sentido de nuestras experiencias, y el
tipo de acción social que elegimos para comprometernos es el resultado
de la interpretación de nuestras experiencias."
(Giroux y McLaren, 1998, p.151)
Por otro lado, otro elemento ha de considerarse
central, más allá de los significados y la reflexión racional:
la constitución y expresión del deseo, su relación con la cultura
popular y la dominante. Tanto es así que afirman que "la
producción y regulación del deseo es tan importante como la elaboración
de significado" (Giroux y McLaren, 1998, p. 197).
Sin embargo, no anda descaminado Martínez Rodríguez cuando afirma
que deseos y necesidades han sido a menudo relegadas en muchas
propuestas de la pedagogía radical, defendiendo, por el contrario,
su carácter nuclear:
"Los educadores radicales
han mostrado preferencia por las cuestiones de la ideología y
la conciencia y han ignorado la cuestión de los deseos y de las
necesidades. La cuestión de la génesis histórica y la transformación
de los deseos y de las necesidades que se constituyen en mi mente
es la base más importante para una teoría de la praxis educativa
radical"
(Martínez Rodríguez, 1993, p. 101)
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