Postmodernidad...
¿una nueva etapa histórica?
Parece razonable deslindar el concepto de postmodernidad
del de postmodernismo, entendiendo por el segundo un movimiento
muy diverso que realiza una teorización filosófica, científica
o artística, pero que tiene ciertos elementos comunes. Postmodernidad,
entonces, haría referencia a una realidad identificable, aunque
de contornos difusos: época comprendida entre los años setenta
y la actualidad, situable en los países desarrollados, aunque,
en virtud de la influencia de éstos, generalizable en ciertos sentidos
a todo el mundo. Así entendida, la postmodernidad es una
especie de etapa histórica, posterior a la modernidad (generalmente
entendido su comienzo en el siglo XVIII). Sin embargo, existen
numerosos problemas no resueltos con esta acepción, más allá de
su claridad incuestionable.
En primer lugar, no existe acuerdo en que propiamente debamos
hablar de nueva etapa histórica, con características netamente
diferenciadas de la modernidad: hay quien defiende (Anthony
Giddens, por ejemplo) que estamos ante una exacerbación de las
características de la modernidad (modernidad radicalizada,
o alta modernidad) y no ante una nueva y diferenciada fase histórica.
Personalmente, pienso que, para evitar un debate nominalista, hemos
de centrarnos en las características de la época que vivimos, estudiando
la continuidad y el cambio respecto a los tiempos anteriores y
siendo conscientes de que hablar de etapas es siempre una convención
de cierta utilidad, pero la realidad es siempre “inconmensurable”
en su conjunto, máxime cuando estamos viviendo lo que intentamos
describir y los cambios no han dejado de tener lugar. Sí que resulta
más abarcable la realidad si explicitamos a qué elementos damos
más relevancia en cada caso o tomamos como eje la realidad cultural,
o política, o económica, etc., lo que nos lleva a la siguiente
cuestión.
En segundo lugar, hay que tener en cuenta que el concepto de postmodernidad
surge ligado al postmodernismo, y éste es un movimiento
de tipo cultural. Sería rechazable entender que la postmodernidad
se caracteriza en lo cultural por la asunción de la filosofía postmoderna,
pues es evidente que no todos los pensadores o artistas se adscriben
a la misma corriente. En cambio, sí que tiene más sentido considerar
la cultura no como la suma de las creaciones intelectuales y artísticas
profesionalizadas, sino como el “ambiente” en que los humanos vivimos
y a la vez creamos. De esta manera, sí existen fenómenos que podríamos
calificar de postmodernos, por más que este adjetivo pueda
ser amplio e incluso contradictorio: por ejemplo, negación de lo
colectivo y acentuación de lo individual, valorización del presente,
énfasis en la diversidad e incluso en lo contradictorio, peso de
la representación respecto a la realidad, etc. Sigue existiendo,
sin embargo, la dificultad de separar claramente estas características
de lo moderno: por ejemplo, la individualización podríamos
decir que surge (o resurge) en nuestra civilización en el Renacimiento,
comienza a generalizarse con la industrialización y sus cambios
asociados y podemos ver que se acentúa ya antes de la década de
los 70 en los países desarrollados económicamente. El concepto
deviene excesivamente difuso si pretendemos resumir con él todos
los cambios (las grandes transformaciones) de la época actual:
aunque relacionada la postmodernidad con la emergencia del
sector servicios (llamémosla o no postindustrial), o coincidente
con la última oleada de la mundialización, etc., no puede ser confundida
con estos fenómenos, y aún menos con las transformaciones políticas,
como la desaparición del mundo autollamado comunista.
En conclusión, creo que debemos mantener el concepto de postmodernidad
ligado a los fenómenos socioculturales, y en ese terreno, continuar
con la discusión abierta sobre la especificidad de sus características
actuales versus la continuidad respecto a las décadas anteriores.
Asignar un nombre a una pretendida nueva etapa es quizá prematuro
o interesado, en tanto da por terminada una modernidad que
es discutible haya llegado a plasmarse más que en algunos sentidos,
y, sobre todo, utilizar el post para designar algo no muestra
más que algo nuevo está pasando, pero no se es capaz de definir
el qué, más que por oposición negativa a lo que se considera
superado.
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