¿Por qué no hay conflicto social
en torno a la educación?
Publicado en FORO, periódico
del Foro Social de Palencia, nº 3, verano 2004
Josemi Ibáñez Miembro de Concejo
Educativo de CyL y del Foro
Social de Palencia
La educación formal no es considerada realmente un campo
de conflicto social: el conflicto global queda oculto detrás
del problema individual y concreto. Por ejemplo, ¿cómo
es posible que no haya protestas ante la palpable desigualdad social
en los resultados académicos? No se ve que la desigualdad
es la causa de que fracasen más ciertos grupos sociales,
sino que se individualiza la responsabilidad: cada alumno, cada
familia... que se esfuerza o que no se esfuerza, que tiene capacidades
o no las tiene. Aunque lo más individual también
cuenta, no es lo único que actúa: ¿por qué
tienen éxito escolar algunas personas muy poco capaces si
no es por su origen social? (que pueden llegar a ser ministros/as,
por qué no). Un ejemplo: con los exámenes en septiembre
en la ESO que la LOCE y la Junta de Castilla y León han
introducido (este aspecto está ya en vigor), ¿se
ha pensado en qué situación tan diferente están
quienes tienen apoyo y ambiente pro-escolar en casa y quienes no
lo tienen? ¿quiénes serán quienes aprueben
más fácilmente por, al menos, “haber hecho
algo” en vacaciones?.
Detrás de este velo que oculta lo social actuamos habitualmente
los y las enseñantes, actúa el sistema y actúa
cada “usuario” de la enseñanza formal. He aquí
otro de los problemas: no se ve la educación como una tarea
colectiva, sino como el aprovechamiento individual de un servicio
social. Así, se considera un éxito del sistema que
una parte del alumnado procedente de las clases populares alcance
mejores posiciones laborales. Más clasista es lo contrario,
pero existen algunos problemas y contradicciones graves. Por ejemplo,
la movilidad social (que existe sólo parcialmente), no evita
que siga siendo real la sobrerrepresentación de las clases
favorecidas en las más altas titulaciones y ocupaciones.
Otra cuestión: si la sociedad sigue siendo desigual, al
final habrá que ajustarse a lo que hay (no todos pueden
tener empleos cualificados, cada vez serán necesarias titulaciones
más altas y más dinero invertido).
Otra perplejidad: ¿cómo es posible que la LOCE
y la política educativa de la Junta de Castilla y León
no provoquen alarma social?; ¿cómo se explica que
sólo algunos aspectos concretos como la religión
hayan generado debates en los medios de comunicación?; ¿por
qué a los movimientos de renovación pedagógica
nos resulta tan difícil hacer ver la gravedad de que se
destruya el sistema público por parte de los poderes conservadores,
se lamine la escasa participación que había en los
centros, se quisieran establecer itinerarios segregradores, o que
el aprendizaje se confunda con la memorización de contenidos
acríticos?.
La educación no ha de ser vista como una suma de intereses
y acciones individuales, sino como una tarea social. Ahora bien,
¿al final educamos para la promoción individual exclusivamente?.
Si es así, es normal que la educación como tema social
no interese realmente: cada cual tendrá que preocuparse
de “su” futuro, de “su” hijo o hija. Y,
desde el punto de vista del profesorado, si la cuestión
es cómo salimos adelante con cada clase, con cada curso
y grupo... (lo cual no es fácil, todo hay que decirlo),
entonces nos olvidamos del contexto en el que se están generando
los problemas, nos olvidamos de cambiar las condiciones que impiden
el desarrollo, la convivencia, el aprendizaje. Un día tras
otro nos enfrentaremos a las mismas dificultades prácticas
(el poco interés, el alboroto...), sin que nuestra preocupación
trascienda fuera de las paredes del aula, mientras que, por el
otro lado, cada familia puede estarse preguntando por qué
su hijo/a sigue trayendo tan malas notas a casa o por qué
sigue siendo tan poco responsable. Y el entorno social suele ignorar
todo esto: se ve como un asunto de cada cual.
En cuanto a la acción social: ¿cómo se explica
que los movimientos sociales no suelan considerar los problemas
educativos como problemas colectivos que tienen que ver con la
desigualdad y con el conflicto social?; ¿cómo puede
olvidarse muchas veces que toda tarea transformadora es acción
cultural y, por tanto, educativa en su sentido más amplio?.
Como conclusión, evitemos la trampa que afirma que el sistema
educativo no puede hacer nada mientras no cambie la sociedad (excusa
muchas veces de cínicos que se presentan como revolucionarios).
Pero rechacemos también el extremo contrario: la ingenuidad
didactista de que todo se arreglaría con el talante del
profesorado, o con ciertos métodos renovadores de enseñanza.
Queremos, eso sí, hacer un llamamiento a construir la educación
como acción transformadora de las condiciones y de los contextos,
la educación como acción colectiva y democrática:
eso es construir la educación pública y transformadora
que necesitan los colectivos críticos y las clases populares.
Y para ello resulta imprescindible que la ciudadanía crítica
y los movimientos sociales tomen esta tarea como asunto propio
y no como algo exclusivo de enseñantes profesionales y de
estudiantes como individuos particulares.
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